Cállense
Pablo La Parra Pérez
Historiador del arte. Actualmente cursa un doctorado en la Universidad de Nueva York, donde desarrolla una investigación sobre las relaciones entre política y cultura visual en el Estado español y América Latina.
PABLO LA PARRA
Es difícil recomponer los hechos acaecidos la semana pasada en laAudiencia Nacional. Es difícil si es que todavía nos esforzamos por pensar mediante una lógica democrática. Una lógica democrática que se está descomponiendo lentamente ante nuestros ojos, si es que alguna vez estuvo compuesta.
Se trataba del juicio contra Eduardo Vigo, Roberto Rodríguez, Antom Santos y María Osorio. Son cuatro independentistas gallegos acusados de integración en organización terrorista. Al igual que enel caso de Carlos Calvo, el hasta el momento indemostrable grupo armado en cuestión esResistencia Galega, una organización sin estructura operativa conocida y que tampoco ha reivindicado ninguno de los sabotajes materiales que se le atribuyen.
La primera sesión del juicio fue una escenificación monstruosa de las deformaciones legales que caracterizan la ofensiva emprendida contra los medios politizados enGalicia por la Audiencia Nacional. La defensa había convocado a los profesores Carlos Taibo y Bernardo Maiz para contrastar la versión de los peritos policiales. Los profesores criticaron los sesgos, imprecisiones e inferencias no probadas ¿la infameteoría del entorno¿ de los informes de la acusación. Bastó que Maiz afirmara que el Ministerio Fiscal desconocía la realidad social de Galicia¿donde difícilmente se podrá demostrar una alarma social ante las actividades de un supuesto grupo armado¿para que fueraexpulsado de la sala junto a Taibo. El juezAlfonso Guevara consideró que se había faltado al respeto al tribunal y con un “¡Fuera de la sala! ¿O es que no hablo castellano correctamente?” se deshizo de los peritos de la defensa.
El magistrado contó con otras ocasiones para demostrar su talante. En unaronda de intervencionesde los portavoces parlamentarios gallegos ¿donde nadie osó afirmar la existencia de un grupo terrorista¿ respondió a Xose Manuel Beiras con un “¡Usted cállese!” cuando éste preguntó si podía “declarar algo”.
Y es que el magistrado Guevara gusta de silenciar en imperativo. Al fin y al cabo es el mismo juez que hace unos mesesse dirigía asía un acusado: “¡Usted se calla! Porque si yo soy mi escolta, ayer¿ el culatazo que se lleva por el escándalo que estaba armando allí¿ hoy tiene la cabeza ¡vendá! Pero claro, como aquí nos la cogemos con papel de fumar antes de tocar a nadie. Vamos, si yo llevo ayer arma, ¡un culatazo!”.
Resulta llamativo el silencio que pesa sobre el caso de los presos políticos gallegos. Uno pensaría que un atropello dederechos y garantías judiciales semejante es un problema de todos y cada uno de nosotros. O quizá es que vivimos en un lugar en que se lleva demasiado tiempo mandando callar en imperativo. O a culatazos.
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