El abuso de los fármacos

La droga actual y su dependencia

En nuestros días se ha generalizado medicar a los niños para corregir los trastornos de atención

TERESA TRÍAS SAGNIER

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Desde hace un tiempo tengo una preocupación que me gustaría compartir con ustedes: la cantidad de niños medicados bajo el diagnóstico TDAH [trastorno por déficit de atención con hiperactividad], que prefiero denominarlos llamados trastornos de atención,título de una ponencia que presenté en unas jornadas dedicadas a establecer el nexo entre los niños, su cuerpo y los síntomas que se manifiestan. Hace ya más de 20 años que por mi profesión tengo vinculación con algunos colegios de Barcelona, y me asombra y preocupa la ligereza con que se trata este asunto, que tiene varias vertientes.

Por un lado, la industria farmacéutica hace negocio con la invención de nuevas enfermedades y la venta de medicamentos para tratarlas. Esta industria, producto de nuestra sociedad capitalista, promete una respuesta rápida ante cualquier malestar que se presente. Sabemos positivamente que los psicofármacos producen toxicidad y crean dependencia. Por otro lado, los padres y los maestros se encuentran desorientados ante los hijos y/o alumnos que dejan de atender en clase, o que tal vez nunca han atendido.

En lugar de preguntarse el porqué de la des-atención y dar la palabra al niño o adolescente para que, en la medida que pueda y sepa, explique su malestar, se le intenta tapar la boca con la prescripción de un fármaco que va a enmascarar el verdadero problema de ese niño, ya que su hiperactividad es la manifestación de su angustia. Este tipo de fármaco tiene un componente de anfetamina que, paradójicamente, hace que el niño medicado esté atento y deje de molestar en clase. Por eso las notas mejoran, con el consiguiente alivio de padres y maestros.

Pero no nos podemos quedar en el aquí y ahora, sino que debemos ir un poco más allá, lo que significa intentar saber qué es lo que les va a pasar en el futuro a estos niños medicados. Los fármacos citados silencian el malestar y, lejos de resolverlo, lo acentúan. Lo grave del asunto es que se desconocen los efectos que su ingesta produce a largo plazo, aunque, insisto, la dependencia está asegurada. Algunos de los efectos a medio plazo en niños medicados es que ya adolescentes fuman porros para calmar la ansiedad. Así me lo explicaba recientemente una psicóloga escolar, lo que me lleva a escribir este artículo.

Los niños expresan su malestar de diversas maneras, ya sea moviéndose, desatendiendo, peleándose, callándose, hablando con el compañero y un largo etcétera. Malestares que, aun coincidiendo en su manifestación, no significan lo mismo. Lo particular, lo propio, es lo que importa.

Otro problema es que al tipificar este tipo de trastorno se produce un factor desencadenante. En este sentido, los podemos poner en serie con los estados depresivos, que podríamos denominar «síntomas actuales» en los que leemos los malestares que nuestra civilización acarrea.

En la sociedad actual hay una tendencia a clasificar, a poner nombres a los malestares del ser humano. Etiquetas que perjudican y condicionan la vida del niño o el adolescente. Así se presentó un niño en mi consulta: «Es que soy hiperactivo». Ser hiperactivo indica solamente la angustia manifiesta de quien se define así. Un asunto muy serio, ya que sentirse de una determinada manera es una acomodación a eso que, como bien sabemos los profesionales clínicos, aporta beneficios inconscientes de la enfermedad. Sentirse identificado con una enfermedad producirá una infravaloración de uno mismo y una actitud de acomodación, sin afán de superación.

Ya Freud nos advirtió de los tóxicos como salida de la angustia en su textoEl malestar en la cultura. Nos decía: «Ante las sensaciones de displacer, el ser humano busca una salida para alcanzar la dicha, conseguir la felicidad y mantenerla». Una salida engañosa, podemos añadir, ya que lo que se va a obtener es un placer instantáneo y, por tanto, efímero; un placer que se irá a buscar una y otra vez, creándose así la dependencia del tóxico.

Lacanse refiere también a las drogas como medio de salida de los estados de angustia que se manifiestan en diferentes momentos de la vida. Al dirigirse a los médicos en 1966, les indica que la dimensión ética sería analizar el goce mortífero (sufrimiento) del ser humano.

Muchos padres y maestros se alarmarían si se les preguntara: ¿estarían ustedes de acuerdo con que a su hijo y/o alumno (de 5, 6 o 7 años) se le administrara un poco de droga para que estuviera más quieto y atento en clase? Una pregunta que debería incitar una seria reflexión.