La violencia política

Radicales, terroristas y convivencia

Los poderes públicos deben ser proactivos para evitar la deriva extremista de ciertas personas

Radicales, terroristas y convivencia_MEDIA_2

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JOAN ANTÓN MELLÓN

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Periódicamente, el mundo asiste a actos de sobrecogedora violencia política. Julio del 2011: el noruego de derecha radicalAnders Behring Breivikasesina a 77 personas. Marzo del 2012:Mohamed Merah,un francés de origen argelino, islamista radical, asesina a tres militares y a un profesor y tres niños de una escuela judía de Toulose. Marzo del 2013: los hermanosTamerlanyDjokhar Tsanáiev,islamistas radicales, matan a tres personas e hieren a 170 en Boston. Abril del 2013: dos jóvenes británicos de origen nigeriano degüellan a un soldado en Londres y filman los acontecimientos en unas imágenes de una brutalidad indescriptible.

¿Cómo deben responder las sociedades democráticas ante estas monstruosidades terroristas? En primer lugar, no cayendo en la trampa tecnocrática de sacrificar las libertades a cambio deseguridad. Los problemas de la democracia se solucionan con más democracia y no con menos, y por eso es inaceptable el control masivo de datos efectuado por servicios de información norteamericanos y británicos. Democracia y totalitarismo son términos antitéticos.

En segundo lugar, hay que analizar este problema desde una amplia perspectiva, no solo en términos policiales sino también sociales, educativos o sanitarios. Los poderes públicos han de efectuar políticas proactivas, prospectivas y anticipatorias y no meramente reactivas ante los procesos de radicalización que tienen lugar en la sociedad. Y no permitir guetos, promover la igualdad de oportunidades, desactivar frustraciones e integrar a los diferentes colectivos étnicos en espacios públicos de ciudadanía compartida¿ y, como es obvio, combatir la difusión de idearios antidemocráticos.

La radicalización es un proceso, no un estado, y en ese proceso deben distinguirse diferentes fases si queremos saber qué hay que hacer en cada una de ellas. Se trata de evitar (mediante la acción conjunta de las administraciones y el conjunto de la sociedad) que el individuo o grupo que está siendo radicalizado acepte como legítimos unos criterios y opiniones que justifiquen futuros actos terroristas. Una definición operativa de radicalización es la del proceso por el que un individuo o grupo tiende a asumir puntos de vista políticos intransigentes y doctrinarios (obviar las consecuencias de los hechos en función de los fines buscados). En la medida que esos puntos de vista pueden vincularse con ideologías extremistas, creencias fundamentalistas y determinadas prácticas y dinámicas de grupo, los individuos pueden fanatizarse (pérdida de la capacidad crítica) y llegar a liderar, apoyar o ejecutar acciones antidemocráticas y terroristas. Una primera cuestión que debemos tener clara es no confundir radical con terrorista, ya que una cosa son las opiniones y otra los actos.

Las ideas políticas son un factor primordial en la formación de las señas de identidad de una persona. Con independencia de los distintos modelos sociales que defienden las diferentes ideologías, es conveniente subrayar la enorme importancia de los valores democráticos compartidos, que nos permiten canalizar los conflictos de forma civilizada.

Si mezclamos frustraciones étnicas, crisis económica, interpretaciones religiosas integristas y búsqueda de identidad de segundas generaciones de inmigrantes, el resultado puede ser muy peligroso. Debemos actuar de forma inteligente. Se trata de lograr que los individuos que difunden idearios antidemocráticos sean vistos por los colectivos sociales en los que expanden sus mensajes como excéntricos que dicen y hacen imbecilidades sin sentido que aumentan las desgracias humanas y el nihilismo.

En la mayoría de los casos, no en todos, el comportamiento político violento y brutalizado de un individuo puede explicarse porque ha pasado por fases previas de asunción de idearios extremistas: el paso de simpatizante a activista, la aceptación de la legitimidad de actos ilegales con finalidades políticas y, finalmente, la admisión de la legitimidad de apoyar o ejecutar actos violentos, que en su grado máximo es el terrorismo. Un terrorista es todo aquel individuo que admite la legitimidad de planificar, apoyar o ejecutar actos ilegales violentos de forma sistemática, racionalizada y teorizada, incluyendo asesinatos individuales o masivos con finalidades políticas.

Si aumentamos nuestra capacidad de comprensión de los fenómenos de violencia política y nos preparamos para contrarrestarlos, tendremos mucho terreno ganado. En no, nos equivocamos. Tenemos que lograr que nuestros ciudadanos aumenten su capacidad crítica, su autonomía y su libertad. Todos nuestros ciudadanos, sean agnósticos, ateos, seguidores deCristo, deMahomao deBuda.