#OUYEAH

Jaigüey, tu gel

RISTO MEJIDE

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Lo que tienes entre tus manos no se llama ocasional. Ni eventual. Ni casual. Ni siquiera de tanto en tanto. Se llama periódico. Y ojo, que tampoco es un periódico cualquiera. Encima éste es EL PERIÓDICO. Ahí es ná. Cuando llevas un compromiso de ese calibre al nivel de convertirlo en tu propio nombre, eso es como llamarte Dolores, Benigno, Prudencio, Feliciano o Inmaculada. En cualquier momento puedes dejarte a ti mismo en evidencia. Cómo mola eso.

Y es que la periodicidad es una putada enorme. Te lo dice alguien que adora escribir, pero odia tener que hacerlo. Ser frecuente también debería estar vigilado por Obama, espera, me voy a asegurar de que me guardan copia de seguridad de este artículo: bomba, Casa Blanca, terror, muerte, destrucción masiva, Bob Esponja, Michael Bolton, Kenny G, Meat Loaf. Yo creo que ya.

Pues eso, que adoro la recurrencia. Me encanta que las cosas vuelvan a suceder. Me encanta que las cosas vuelvan a suceder. Cuando la realidad se pone tozuda y al ser humano se le queda cara de eso, de lo que jamás debió dejar de ser. Humano.

Pero también hay que reconocerle su valor a la repetición forzada por nosotros. Detrás de cualquier frecuencia están los principales vicios, y alguna que otra virtud, vale, pero menos. Quien repite, reincide. Pata, peta, pita, pota y María Luisa.

Lo frecuente informa más sobre nuestra vida que lo que hacemos en sí. Cada cuánto ves a tus amigos. Y a tus enemigos. Cada cuánto pones a tu pareja mirando pa Cuenca. Y cada cuánto te pone ella mirándote a ti. Cada cuánto corres. Cada cuánto te corres. Cada cuánto haces la compra. O alguna venta.

Lo frecuente es la base de lo corriente. Y lo corriente -no confundir con lo vulgar-, como bien saben los físicos, sólo puede ser de dos tipos: alterno o continuo.

Corriente alterna (AC) es aquella en la que magnitud y el sentido varían con el tiempo y de manera cíclica. Para que nos entendamos, son las declaraciones de nuestro presidente del Gobierno. No subiré los impuestos, no recortaré la sanidad, jamás recortaría en educación, no pienso quejarme de la herencia recibida, etcétera. Y luego, una vez en el poder, haces todo lo contrario. Es la clásica política de alterne: si no sabes quién te está haciendo la cama, eso es que el único cornudo aquí eres tú.

Corriente continua (DC), en cambio, es aquella que no cambia de sentido, la que sigue imperturbable a lo largo del tiempo. De nuevo para que yo lo entienda, vuelven a ser las declaraciones de nuestro presidente del Gobierno. Estamos saliendo de la crisis, ya se ve luz al final del túnel, próximamente arrojaremos datos esperanzadores, etcétera. Repetir un mismo mensaje que algún día se hará verdad a la fuerza y muy a pesar de ti. Claro, cuando te toman por gilipollas una vez, puedes ofenderte. Pero cuando te están tomando por gilipollas todas las semanas, te acabas planteando si no lo eres de verdad.

Como bien saben los grandes partidos, es fundamental combinar ambas corrientes, no vaya a ser que con tanto enchufe y tanta conexión, algún extesorero o algún exbanquero expreso de furia -y de prisión- nos acabe generando un cortocircuito y nos enrampemos de verdad. En mi caso, como todo ciudadano de a pie alérgico a la electricidad estática -la que no se mueve-, el poco pelo que me queda adopta ya un Crepado Soraya cada vez que escucho alguna nueva declaración del ministro de Cultura, a cuál más brillante y sensata, que hasta me hace dudar de si es d.C. o a.C.

Y hablando de sensatez, esta semana mi amigo Leopoldo Abadía nos invitó a unos cuantos a la primera Comida de los Sensatos. Y digo primera, porque al igual que Juanjo Ramos

-bajista de Los Secretos-, también espero que se repita, o que haya más, que no es lo mismo. Tras una brillante exposición por parte del patriarca del Clan Abadía y una agradabilísima comida, salí del evento con una sensación un tanto agridulce, contaminada básicamente por una duda. A ver si con tanta recurrencia, tanta corriente y tanto abusar de la frecuencia, nos hemos cargado algo tan útil como la predicción.

A ver si esto que estamos cruzando no va a ser ningún túnel.

Sino un Jaigüey, tu gel.