Camdessus o cómo el FMI gobierna el mundo

"La corrupción de los dictadores dio paso a la corrupción de los políticos con los que se había pactado nuevos préstamos a condición del desmantelamiento de toda economía de Estado, subvenciones y subsidios sociales y abaratamiento de los despidos"

Christine Lagarde, actual directora general del FMI, con Michel Camdessus, en septiembre del 2009, en Paris.

Christine Lagarde, actual directora general del FMI, con Michel Camdessus, en septiembre del 2009, en Paris. / periodico

PEPA ROMA

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"La pobreza puede hacer estallar este sistema", reconocía al dejar su cargo el que, al frente del FMI, y junto a Reagan, Bush y Margaret Thatcher, fue el promotor, impulsor y punta de lanza en todo el mundo de las políticas de liberalización económica y de ajuste que hoy se aplican en Europa.

Creo que la primera persona que tuvo una conciencia plena del mundo en el que nos estaba metiendo el FMI, el abanderado de la globalización económica y del neoliberalismo triunfante tras la caída del comunismo y de la Unión Soviética, fue su propio director general, Michel Camdessus, al que tuve ocasion de entrevistar en abril del 2000 para 'El País'.

En cada pregunta y respuesta creía advertir la vergüenza en su expresión a la hora de tener que dar cuentas de por qué se había acelerado de tal manera la brecha entre pobres y ricos durante su gestión.

Al recordar la actitud de cautela, casi de modestia, con la que el que durante años había acaparado las portadas de 'Time', 'Newsweek', 'The New York Times' y las publicaciones más importantes de los cinco continentes como el hacedor y deshacedor de gobiernos y politicas en medio mundo me recibió en su elegante apartamento en un palacete de París, no puedo dejar de pensar en cómo se vio afectado por el varapalo que estaba recibiendo por esos dias.

Protestas desde Jakarta a Seattle

De Jakarta a Seattle, se sucedían las revueltas que estaban derribando dictadores y clamando contra las políticas del FMI.

El FMI e instituciones afines como el Banco Mundial y la Organizacion Mundial de Comercio habían caido en el mayor descrédito en un momentos en que las propias Naciones Unidas no dejaban de arrojar balances demoledores sobre el estado del mundo. Las cifras de pobreza no dejaban de crecer precisamente en los países de los que durante años solo habíamos oído hablar de crecimiento acelerado, como la Indonesia de Suharto o los denominados tigres asiáticos. El llamado éxito económico atribuído a la liberalización y políticas de ajuste promovidas por el FMI estaba poniéndonos ante una realidad: la macro y la microeconomía no solo no coincidían sino que iban en dirección contraria.

No funcionaba para nada aquella máxima de que dejemos a Nike instalarse en Jakarta o a las multinacionales ocuparse de la producción agrícola, la minería, el petróleo o las finanzas para que se termine el hambre y el país funcione; tampoco aquella de que a mayor beneficio de las grandes empresas más trabajo y mejores sueldos para todos. La prostitución de las niñas, el trabajo infantil o en régimen de casi esclavitud en esas mismas empresas que supuestamente venían a dar sueldos y trabajos para todos, daban la medida del hundimiento de la economía doméstica de los arroceros de Tailandia o los campesinos de medio mundo.

También la revelación de cómo tantas guerras en África o dictaduras de América Latina eran mantenidas en connivencia con los que explotaban sus riquezas desde el exterior sacudía la opinión pública de Occidente.

El neoliberalismo con sus políticas de ajuste no era el prometido motor de la economía sino un trasvase constante de la riqueza y los recursos desde la mayoría a una minoría cada vez más concentrada y más escandalosamente rica.

Algunas entrevistas que yo misma había hecho recientemente, como a Mary Robinson, la expresidenta de Irlanda, tras ser nombrada alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, alertando de la situación, ponían de manifiesto la división que las políticas del FMI y el Banco Mundial estaban provocando en las mismas instituciones internacionales. Y Michel Camdessus, al frente de la institucion mas poderosa del planeta, era su cara mas visible.

La troika FMI, Reagan y Thatcher

Había empezado su trabajo al frente del FMI en 1987, cuando Reagan y Thatcher se convierten en agresivos promotores del neoliberalismo en el mundo, una política que encuentra el campo libre a partir de la caída de la Unión Soviética y el comunismo en los países del Este en 1991. Llevaba pues 13 años al frente de la institución que había sido la punta de lanza de la llamada globalización económica, tiempo suficiente para hacer balance de la situación.

La fama de economista implacable no impedía a un francés con una cultura detrás darse cuenta de lo que pasaba en el resto del mundo.

La forma disciplinada con la que se sometió al bombardeo de preguntas, en una larga entrevista sin concesiones ni condiciones, en la que sabía que no se le iba a permitir tocar una coma, me dejaría con la sensación de que era alguien que necesitaba redimirse o lavar la cara, no yéndose por la puerta trasera sin decir nada.

Un hombre elegante, delgado, menudo, con algo de cortesano astuto al que le había fallado la astucia. Sentía que me encontraba ante un hombre cuya máxima preocupación era a ver como salgo de esta sin que me linchen.

En el momento de hacerse esta entrevista, la primera tras verse obligado a dimitir dos meses antes por el clamor mundial contra el empobrecimiento causado por las politicas del FMI ¿sabía ya que su obligado cese era solo una forma de entregar a los leones alguna cabeza o pensó que el FMI se había equivocado e iba a cambiar de politicas?

Durante su tiempo al frente del FMI, Occidente y las instituciones internacionales dejaron caer a los dictadores sobre los que antes se apoyaban como fichas de domino para dar paso a nuevas democracias. Democracias que, empezaba a verse, habían sido principalmente una forma de tapar la boca a las protestas, pero que, como caballos de Troya, llevaban dentro las mismas politicas. La corrupción de los dictadores dio paso a la corrupción de los políticos con los que se había pactado nuevos préstamos a condición del desmantelamiento de toda economía de Estado, subvenciones y subsidios sociales, abaratamiento de los despidos, privatización de las grandes empresas en cuyas manos estaba el petróleo, las finanzas o las riquezas del país, como así fue con los Menem de turno.

Reaparición en Europa con Merkel y el Banco Central Europeo

Tras esta entrevista, publicada a dos páginas en la edición con más lectores del domingo de 'El País', Michel Camdessus desaparecía de escena y solo reaparecería con un perfil bajo como asesor de Sarkozy y miembro del Africa Progress Panel o de la Fundación Chirac, cargos que sigue ocupando a los 80 años.

También el FMI adoptó un perfil bajo. A partir de entonces se limitó a proporcinar titulares tan técnicos como los de un gabinete de contabilidad o auditor de cifras y previsiones de crecimiento en el mundo.

Hasta que lo vemos reaparecer como parte de la troika, junto con Angela Merkel y el Banco Central Europeo, que está aplicando en Europa las mismas políticas que antes fueron cuestionadas en el resto del mundo. Y su nombre en titulares que ya no se limitan a dar cifras sino acompañados de verbos imperiosos como "exige", "insta", a Grecia, Chipre o Portugal la adopción de medidas económicas y políticas de ajuste.

La perspectiva del tiempo nos demuestra, pues, como aquello que parecía circunscrito al llamado Tercer Mundo era solo un ensayo general previo al asalto de lo que nos creímos era una fortaleza inexpugnable, la Europa de larga tradicion democrática, rica y del bien asentado Estado de bienestar.

¿A quién sirve el FMI?

¿A quién sirve el FMI y sus brazos armados, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio?

Entonces se decía que servía a Estados Unidos y sus intereses económicos, es decir, a sus multinacionales que acaparaban ya buena parte del PIB de muchos países donde se habían instalado. Era cuando todavía creíamos que, caída la Unión Soviética, íbamos a un mundo monopolar, regido por una sola potencia económica y militar. Ahora, se diría que lo que persiste son los mismos intereses y poderes económicos que siempre hubo detrás de la política repartiéndose un mundo multipolar, en el que emergen nuevas potencias como China en competencia con EEUU.

Por lo demás, podéis leer la entrevista como si fuera hecha hoy. Basta con cambiar el nombre de Argentina por los de Irlanda, Grecia, Portugal o Chipre para que las preguntas y respuestas recuperen su vigencia y sirvan para explicar algo de lo que esta sucediendo hoy.