La rueda

¿Quo vadis, PSC?

ENRIC MARÍN

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Uno de los síntomas más visibles de la crisis de régimen político en Catalunya y en España es la crisis de los partidos que habían sido sistémicos los últimos 30 o 35 años. En el escenario político catalán, este hecho se ve agravado por el desplazamiento del catalanismo al campo del soberanismo. Y, lógicamente, las dos formaciones más afectadas son CiU y PSC. Desde la recuperación del autogobierno, ambas habían representado dos versiones mayoritarias y complementarias del autonomismo. Las piezas básicas de un bipartidismo imperfecto con un claro reparto de papeles. Ese mapa se empezó a mover en el 2002 y ha entrado en quiebra desde la sentencia del Constitucional sobre el Estatut y la certificación de la liquidación del horizonte autonomista. Y ahora, como hace 35 años, nos movemos en un terreno desconocido y difícilmente previsible. Pero podemos tener alguna referencia clara. Como, por ejemplo, la evolución del catalanismo mayoritario hacia formulaciones soberanistas y el refugio del españolismo en una versión regionalista del autonomismo. Este hecho explica las tensiones ya insolubles entre Unió y Convergència o el bloqueo mental y la parálisis política del PSC. Pero en términos comparativos lo tiene mucho mejor Convergència que el PSC. Precisamente porque está asumiendo el desgaste de adaptarse a la nueva realidad. Convergència tiene una base real sobre la que recrearse: el votante soberanista moderado o de centroderecha.

¿Y el PSC? Ahora mismo empieza a estar en tierra de nadie, falto de identidad ideológica y nacional. Sin marcar un perfil de izquierda identificable, manteniendo la vinculación con el PSOE y optando por una actitud antisoberanista, el PSC avanza con paso seguro hacia la residualidad política. Por ahora, la imagen del final de la UCD no se corresponde con la situación difícil de Convergència. Ilustra de forma mucho más precisa las expectativas del PSC.