Entre la ética y el negocio

Colón vestido del Barça

Colón vestido del Barça

Elena de Diego

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Hipotecas tu libertad personal por un trabajo. Te obligan a vivir en unos edificios de la empresa, donde te separan según seas hombre o mujer, y donde eres custodiado permanentemente por cámaras y guardias de seguridad. Solo puedes recibir visitas del sexo opuesto durante el día. No puedes pasar ni una sola noche fuera de casa ni llegar más tarde de las cuatro de la mañana, aunque sea tu día libre. Es la empresa quien te da permiso para casarte, no tú quien decides cuando hacerlo. Si incumples alguna de estas normas, serás despedido y deberás volver a tu país. Si crees que la empresa se extralimita y pides ayuda a tu embajada, te irás como “deportado”.

Aunque lo parezca, no hablamos de las condiciones de los trabajadores de una fábrica textil del siglo XIX ni del régimen autoritario de una empresa china. Es, sencillamente, el día a día de cualquier trabajador de Qatar Airways: la aerolínea que en los próximos días se convertirá en el principal patrocinador del F.C. Barcelona. El nombre que el equipo blaugrana lucirá por medio mundo en su camiseta.

El periodista igualadino Món Sanromà --después de trabajar dos años y medio para esta compañía-- acaba de publicar el libro “Qatar. El país més ric del món”, donde nos descubre la cara oculta de un país del que a menudo solo se nos explican las bondades. Un país que invierte más en limpiar su imagen a través de inversiones en Catalunya y la organización de grandes eventos deportivos, que en la aplicación de políticas que realmente mejoren la vida de sus ciudadanos. Un país donde impera la ley del sponsor, según la cual el empresario tiene el control absoluto del trabajador y lo puede retener en el país en contra de su voluntad (solamente él le da permiso para entrar y salir del territorio o para poder cambiar de trabajo; y le prohíbe la entrada al país entre 2-5 años después de haberlo abandonado). Es lo que popularmente se conoce como esclavismo moderno.

Ahora el debate sobre la publicidad en la camiseta ha quedado enterrado. Quizás lo que se debería discutir es cuánto vale la complicidad de un club como el Barça con un país como Qatar. Hace unos años, Sandro Rosell --participando en una conferencia como exresponsable de marketing de Nike-- alegaba que la multinacional no cometía ningún delito teniendo a niños del Tercer Mundo trabajando, porque en aquellos países eso era legal. Imagino, entonces, que la política del patrocinador qatarí también le debe parecer legítima. ¿Y dónde quedan los valores del Barça? Será legal, pero ¿acaso es ético?

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