Las aceras de los Encants

Ciudades como Londres o Nueva York se esfuerzan por dar un uso de mercado a lugares ya existentes

MARIA RUBERT

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Los Encants de Barcelona son un mercado de objetos viejos y nuevos a buen precio, un estómago que digiere además de muebles antiguos, restos de tiendas que han cerrado, desechos de pisos, y mucho de lo que se tira en otros barrios de la ciudad. Basta dar un paseo por los mercados similares de cualquier ciudad para conocer parte de sus problemas y su pulso vital, pero también los gustos emergentes. Hace unos años fueron los muebles de los 50. Hoy los anticuarios compran de los 70 para revenderlos en sus tiendas los próximos años: una lámpara anaranjada de plástico o un teléfono forma duran menos en el suelo que un paragüero de madera o un aplique de cristal modernista.

Los Encants se situaron anejos y hundidos respecto a la rasante del nudo de Glòries que esconde una compleja situación de cruce de vías y ferrocarriles no resuelta. Actualmente, están pendientes de traslado al edificio nuevo contiguo que organiza mediante un amplia rampa un espacio de venta donde una cubierta cubre las paradas y a su vez los almacenes individuales cerrados. No me parece grave que un problema técnico retrase su inaguración y, como ha ocurrido en otras ocasiones, la inundación de la nueva marquesina va a garantizar seguramente una solución de impermeabilidad mejor que la prevista.

Pero la cuestión es otra: ¿necesita todo este abigarrado material y sus abigarrados clientes, entre los que me cuento, una marquesina con una estructura tan compleja y tan vistosa? Ciudades que seguimos con admiración como Londres o Nueva York han dedicado los esfuerzos de los últimos años a ubicar nuevos usos de mercado en lugares existentes, sin hacer casi nada. Borough Market bajo las vías del tren en Londres o Fairway en una nave del puerto de Nueva York, albergan mercados en espacios destinados originalmente a otros usos, sin que apenas se aprecie la transformación.

No sirve hoy recordar que desde múltiples artículos y foros hemos opinado que el viaducto que corona Glòries podría servir como cubierta para los encantes. Nos imaginábamos en aquel momento que adaptar una solución parecida a la de la plaza Redonda de Valencia, donde un círculo de tiendas abigarradas perimetral queda cobijado por una cubierta unitaria, sería una buena solución. Y mucho más barata, porque en nuestro caso ni siquiera había que construirla, ya estaba ahí.

La domesticación de las infraestruturas es básica y a mi modo de ver va a ser uno de los temas de trabajo y propuesta urbanística de los próximos años en las ciudades que cuenten con los presupuestos saneados para tirarlas adelante. Se acabó la era del dominio del coche y por lo tanto todos los esfuerzos por mejorar sus dinámicas en las ciudades van a ser progresivamente recuperados y desmontados para  reaprovecharlos mediante otros usos. El éxito del jardín en la High Line en Nueva York, la Promenade Plantee en Paris, que reutilizan espacios ferroviarios así lo confirman. Ademas, surgen proyectos también en América Latina que reutilizan para el uso ciudadano las vías elevadas: la autopista en Sao Paulo o el Periférico en México.

Este nudo es un proyecto relativamente reciente construido al mismo tiempo que se hacían las grandes obras que acondicionaron la ciudad antes de los JJOO. En aquellos años parecía que para solucionar problemas de tráfico una solución eran los túneles y la otra los elevados. Hemos comprobado como paradójicamente soterrar o elevar el trafico puede producir más fragmentación en el espacio urbano que soluciones a nivel. Basta recordar el efecto del soterramiento de la Gran vía en Plaza de España. ¡Qué difícil es curar las heridas y acomodar las rasantes que dejan los túneles!

Glòries no es una plaza. No tiene un perímetro de usos y actividad que le dé sentido. Es un intercambiador ferroviario que, algún día, será uno de los nodos principales del sector. Todo lo que acostumbramos a llamar arquitectura queda lejos, los edificios son todos especiales y contrastan visualmente unos con otros en una combinatoria inquietante. El elegante obús de la Torre Agbar que funciona como referencia visual desde los barrios alejados queda sumergido en una acera imposible, un hotel emerge detrás con una vistosa fachada en blanco y negro y se convierte en su telón de fondo, el centro comercial con una fachada casi ciega engulle la actividad de la calle en una plaza interior, el museo del diseño convive con esas otras formas singulares.

La cubierta de los Encants se suma, como uno más, pero con voz propia a este conjunto de edificios. Una colección de edificios diseminados en los perímetros alrededor de esta plaza que quizá cobren sentido cuando se construyan las aceras y se dé una solución radical a nivel de sus circulaciones, parecida a la de Francesc Macià. Catedrática de Urbanismo (UPC).