Los efectos de la crisis

¿Desprofesionalización a conciencia?

La motivación de los empleados de la Generalitat está por los suelos y afecta a la calidad del servicio

CARLES RAMIÓ

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A nte las medidas de recortes públicos para hacer frente a la crisis, el principal objetivo estratégico debería ser salvar los muebles. La Generalitat se está enfrentando a la crisis de forma reactiva y con recortes, más o menos lineales, que precarizan todas las políticas y servicios públicos. La mirada estratégica se limita solo al día siguiente, cuando debería mirar hacia el futuro atendiendo a las enseñanzas del pasado. En primer lugar, debemos tener muy presente que los servicios públicos catalanes han alcanzado en poco más de 30 años un nivel de calidad media impresionante. Y esto se ha logrado con diseños institucionales muy precarios (modelos organizativos arcaicos y muy fragmentados, politización excesiva, falta de dirección pública profesional¿). Es otro ejemplo del milagro catalán: sin ningún tipo de finura institucional se han logrado resultados brillantes.

La explicación de este misterio ha residido en la elevada profesionalidad y entrega de sus empleados públicos, ahora tan vilipendiados de forma gratuita. Pero por esta razón la Generalitat es muy vulnerable: con cuatro recortes mal realizados se puede venir todo abajo. Por eso es muy importante tener una visión estratégica para afrontar esta crisis. Hay que dibujar escenarios de futuro poscrisis para pronosticar el volumen de recursos de que podremos disfrutar en el futuro, y con ello diseñar un catálogo de servicios básicos asociados a un modelo propio de bienestar. Acto seguido hay que dibujar diseños institucionales eficientes que puedan ser sostenibles en el tiempo. Solamente a partir de estas premisas tiene sentido realizar los recortes como el primer paso a un modelo administrativo propio y de futuro mucho más robusto. En cambio, sin esta visión estratégica estamos en manos de lo aleatorio, que puede hipotecar nuestro futuro como país durante las tres próximas décadas. Nada más y nada menos.

Hago esta reflexión más o menos compartida por todos pero no asumida -inexplicablemente- por nuestro Govern por algo preocupante que sucede ahora. Se trata de los nuevos recortes salariales anunciados en la Generalitat. Este tipo de recortes se podían entender cuando la crisis apareció, más o menos, por sorpresa. Pero son más difíciles de comprender cuando ya llevamos años instalados en la precariedad y ha habido tiempo para recortes más pensados y selectivos (llama la atención, por ejemplo, que el sector empresarial de la Generalitat aún no se haya simplificado).

La motivación de los empleados de la Generalitat está por los suelos. Se han gastado todos los ahorros de la hucha de su profesionalidad y entusiasmo. La falta de motivación impacta negativamente, y de forma inevitable, en la calidad de los servicios. Pero lo que más me preocupa es que bajadas continuadas en las retribuciones pueden generar también una desprofesionalización de la función pública. ¿Hay alguien que pueda pensar que, por ejemplo, un médico del sistema público puede ver disminuidas sus retribuciones más de un 30% en dos años (recortes, supresión de guardias, etcétera) y quedarse impasible? Es obvio que se le va a pasar por la cabeza buscar un empleo complementario en el sector privado para compensar. Volvemos con una determinación pavorosa hacia el modelo del tardofranquismo, con unos empleados públicos muy mal pagados y para los que su trabajo en la Administración era uno más entre otros.

Otro problema es la afición de los partidos de todo el espectro de compartir una ideología neoliberal, vía recortes y bajadas de sueldo, hacia la Administración en general, que poco a poco va construyendo un modelo de Estado más anglosajón y más alejado de la Europa continental. Pero, en cambio, cuando deciden implementar sus políticas a nivel interno de la Administración les entran a todos unas enormes ganas de hacer políticas de izquierdas. El ejemplo: recortemos más a los que más cobran. Todos lo compartimos a nivel general, pero sobre todo sirve para limpiar las conciencias.

El problema es que las políticas internas en la Administración deberían ser de carácter técnico y no ideológico. El impacto de estas iniciativassocialistas(asumidas con entusiasmo tanto por la izquierda como por la derecha) es que los empleados más cualificados cada vez cobran menos (médicos, maestros, trabajadores sociales) en relación con los menos cualificados. A nivel organizativo esto es un disparate, ya que incide directamente en la motivación de los profesionales que aportan más valor a los ciudadanos y los abocan a buscarse fuentes de ingresos alternativas. Y como son los más competitivos los van a encontrar en el sector privado y se van a distraer de sus quehaceres públicos. ¿Es lo que quieren nuestras autoridades? O la pregunta que me aterroriza formular: ¿es esta desprofesionalización uno de los objetivos?