¿Rompe Siria la esperanza de una primavera árabe?

"En Siria la violencia se eterniza y se manifiesta por medio de muchas formas de inhumanidad"

El presidente de Siria, Bachar al Asad

El presidente de Siria, Bachar al Asad / apc

JOSEP MARIA QUINTANA

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La pesadilla siria ha destruído, sin duda, ese espíritu de cambios ligeros, posibles, optimistas y positivos que aportaron los primeros levantamientos de la llamada 'primavera árabe' que se inició en Túnez el año 2011. La promesa de esta primavera se ha substituído en Siria por una violencia ostensible y prolongada (en dos años se han producido más de 70.000 muertes y millones de refugiados), como también por una atención fijada en la posible intervención internacional, la derrota de cualquier esperanza, la fragmentación de la prensa y la quiebra del Estado.

Más que ninguna otra cosa, es la violencia contínua la que probablemente aniquila la primavera árabe. En Egipto y Túnez, la situación no es probablemente tan pacífica como alguien piensa, ya que tanto en un país como en el otro, se producen de manera continuada muertes de manifestantes en enfrentamientos con la policía. En Libia, la intervención de la OTAN tuvo lugar casi al inicio de la revuelta, incluso antes de que la respuesta violenta de Gaddafi se hubiera intensificado. Muy al contrario, la pérdida cada vez mayor de vidas humanas y las destrucciones que están sucediendo en Siria, no han provocado aun ninguna respuesta clara internacional, por más que el proceso de guerra civil se haya agravado y que la decisión de desplegar todos los medios de fuerza posibles por parte del presidente Bachar al Asad haya conducido al país a un espiral de militarización y de guerra terribles.

Por poco que observemos la situación, en Siria podemos ver que la violencia se eterniza y se manifiesta por medio de muchas formas de inhumanidad. Y como en otras guerras prolongadas, esta ha creado y ha hecho arraigar divisiones religiosas y políticas que apenas se podían ver antes. Esto hasta el punto de que muchos analistas que observan la guerra de cerca dicen que no es imaginable una vía de reconciliación después de la era al Asad, porque es prácticamente imposible que los sirios olviden un día la crueldad y el horror que hoy les toca vivir. Por otro lado, la violencia confesional se propaga más allá de las fronteras sirias y refuerza la hostilidad y las sospechas entre suníes y chiíes por toda la región.

La guerra abre el camino a Al-Qaeda

La guerra en Siria ha abierto también --y esto es muy remarcable-- la vía de Al-Qaeda para numerosos 'djihadistas', contrariamente a lo que sucedió en las anteriores revueltas árabes. En este sentido, parece que la violencia siria haya creado el contexto perfecto para relanzar una 'dhihad' mundial. Y enfrentados a un Estado en quiebra, todos los países del Golfo se apresuran a financiar una guerra santa para sostener una población suní que lucha contra un régimen desertor. Quizás por eso, los ciudadanos árabes que en el año 2011 superaron sus miedos a participar en grandes manifestaciones de masas contra las dictaduras que estaban arraigadas a sus Estados (caso de Túnez, Egipto y Líbia) son hoy muy conscientes de los riesgos que corren y el miedo ha vuelto a dominar sus corazones. Y es, probablemente, el miedo que provocan los horrores que tienen lugar en Siria, el que ha evitado que los jordanos se hayan unido a los movimientos de protesta.

Siria ha contribuído, pues, a disipar esa impresión embriagadora según la cual los pueblos árabes acabarían aliándose contra sus dictadores. Porque esta hermosa unidad es ya una quimera y parece que se haya esfumado completamente con el paso de los meses, una vez que las divisiones entre los islamistas y sus opositores han puesto fin al consenso político en Túnez y Egipto, aunque, en principio, la cohesión era fuerte.

Siria ha propiciado una especie de 'guerra fría' regional

Si analizamos los hechos, hemos de concluir que, a diferencia de Túnez y Egipto, Siria no ha vivido propiamente ningun tipo de primavera. Entre otras razones, porque numerosos militantes 'anti israelíes' del país condenaron inmediatamente la revuelta popular contra Bachar al Asat, ya sea porque veían una conspiración islamista o, por el contrario, porque entendían que se trataba de una conspiración propiciada por países occidentales.

Sea como sea, el enfoque que se ha dado a una posible intervención militar internacional en Siria ha transformado este país en un campo de batalla donde también se enfrentan las posiciones políticas de las grandes potencias. Porque hasta hoy, China y Rusia han frenado la iniciativa de los Estados Unidos y de algunos Estados europeos que reclamaban una intervención, hasta el punto de que el conflicto sirio se ha convertido en la arena principal de una especie de guerra fría regional más allá de lo que es: una lucha civil para obtener un cambio político en el país.

De manera coordinada con el enfrentamiento dialéctico entre las grandes potencias respecto al conflicto sirio, podemos observar también la concurrencia de las diferentes potencias regionales. Tenemos así que, mientras que los países del Golfo y Turquía apoyan a determinados grupos de rebeldes, Irán y Hezbollah dan soporte al régimen de Bachar al Asad, y esto da un carácter muy singular al conflicto.

Por otro lado, no podemos dejar de observar como se ha ido modificando la cobertura mediática de estos procesos, no solamente en el mundo árabe sino también en los países occidentales. En efecto, durante los primeros tiempos de la primavera árabe, los medios internacionales se apresuraron a mostrarnos una docena de escenarios que evolucionaban rápidamente --Túnez, Egipto, Libia, Bahreïn, Siria y Yemen-- observando ansiosos a casi todos los otros países árabes para ver si estos se unirían al movimiento de la revuelta. En los últimos tiempos, en cambio, la prensa cubre únicamente el conflicto sirio, y quizás solamente lo que pasa en Egipto cuando se origina una crisis. ¿Por qué? No lo sé. No tengo la respuesta.

Visto, pues, este panorama parece que podríamos concluir diciendo que el conflicto sirio implica un fracaso de dicha primavera árabe. Pero es muy probable que esto no sea del todo cierto. Entre otras razones, porque estas revoluciones eran el signo de cambios estructurales profundos en el mundo político del Norte de África y Oriente Medio. Y me da la sensación que, a pesar de los miedos que ha provocado por todo el conflicto de Siria, estos cambios continuarán desplegandose durante muchos años. De todos modos, tendremos que reconocer que el conflicto sirio ha perturbado claramente la situación creada por las revoluciones árabes y ha significado un freno a unos movimientos que habían hecho renacer la esperanza de mucha gente.