La rueda

La insoportable ligereza de un tuit

JAUME BADIA

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Escribía hace unos díasRoberto Savianoque cuando el pensamiento se simplifica solo queda espacio para la expresión radical o la ocurrencia extrema. Y como somos lo que decimos, cuando caemos en el lenguaje embrutecido, el insulto o la agresividad verbal no estamos construyendo una sociedad más sincera sino una sociedad peor. Con el lenguaje reducido a basura no se construye una sociedad sino un vertedero.

La reflexión deSavianoviene a propósito del debate sobre el conflicto entre la defensa de la libertad de expresión como derecho y la necesidad de un determinado nivel de reglas de juego en el mundo de Twitter y las redes sociales en general. Se debe poder decir todo, sí, pero no de cualquier manera. Hay que defender y animar a la ciudadanía a ejercitar su voz crítica, pero esto tiene muy poco que ver con reivindicar impunidad para el escupitajo verbal y el sarcasmo. No vale el argumento de que, en las redes, todo el mundo es libre de estar o no. De lo que estamos hablando es de asumir la responsabilidad de nuestros actos o rehuirla. Es el viejo tirar la piedra y esconder la mano. La expresión libre es un derecho inalienable que conlleva la obligación de asumir los efectos de lo que decimos. Tras el anonimato se esconde la cobardía. Y tras el anonimato colectivo se esconde la amenaza de la degradación de la sociedad como marco de convivencia. La barbarie.

Los diarios han tenido que plantearse cómo evitar que la apertura de canales para dar voz a sus lectores acabara siendo una exhibición de mal gusto, obscenidades, insultos y gratuitas descargas de bilis. La elaboración de un mensaje con 140 caracteres debería constituir una exigencia como el ejercicio de cualquier derecho. Porque con la palabra intelectualmente degradada no se puede construir nunca el edificio sólido de una sociedad que quiera vivir en libertad.