Análisis

Del equipo a los individuos

MARTÍ PERARNAU

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Si un partido puede simbolizar la temporada del Bar-

ça es el del Vicente Calderón, saldado con una victoria que pone el sello notarial al título de Liga, con altas posibilidades de igualar el récord histórico de 100 puntos. Partido de un Barça irreconocible, agarrado al contragolpe como nueva seña de identidad, incapaz de generar superioridades entre líneas, sin deseo de presionar arriba y carente de triangulaciones, vencedor final de rebote en el momento más complicado, ya conMessien el banquillo tras la tercera recaída en su lesión muscular. Partido de tintes surrealistas tras una temporada iniciada con dudas, continuada en tromba hasta construir una racha memorable, agitada por dramas personales de mucha profundidad y contusionada por episodios tan chocantes como el adiós voluntario del guardameta titular o la operación quirúrgica inopinada del capitán. Finalmente, temporada marcada por el KO en la Champions.

Aunque al presidenteRosell le moleste la sordina con que se festeja un título liguero brillantemente edificado en una primera vuelta gloriosa, uno diría que el aficionado azulgrana ha sabidoolerlos problemas. Lo que se vio ayer a orillas del Manzanares: un equipo desnaturalizado. Que muy probablemente no necesite una revolución, pero al que le hace falta bastante más que una simple mano de pintura. El problema que se percibe, o por lo menos el que uno percibe, es de identidad futbolística. Y también, reconozcámoslo, de exigencia comparativa: estos mismos jugadores colocaron tan alto el listón anterior que resulta difícil aceptar retos inferiores.

La temporada ha mostrado una subida y una bajada. De agosto a diciembre, el equipo escaló sin cesar. Empezó con la duda del nuevo técnico, el interrogante sobre el pos-Guardiola, la reivindicación de algunos jugadores que preferían sentirse liberados dePep, las evoluciones tácticas deTitoy un nuevo paso en el relevo del timón, deXavi aCesc. El equipo encajaba más goles a cambio de marcar muchos más;Messi batía todas las plusmarcas; caían las rachas de imbatibilidad y el balance resultaba claramente favorable, aunque había señales de preocupación en el modo de jugar, como esas transiciones defensivas tan frágiles.

Abandono del libreto

De enero a mayo, el equipo ha descendido muchos peldaños. El abismo entre titulares y suplentes se agrandó como nunca, llegaron las lesiones, se apagaron algunos puntales y el juego colectivo se convirtió en acciones cada vez más individuales. El Barça coral depositó todo su capital en las resoluciones deMessi hasta queLeo se lesionó y ahí fue Troya. Hubo partidos -la Champions fue un espejo- en que el equipo perdió la mayoría de sus conceptos de juego, como si hubiese abandonado el libreto en algún contragolpe. Donde antes se analizaba al colectivo pasó a mirarse al individuo, síntoma de que algo profundo había cambiado. Derrumbado por el Madrid en la Copa y vapuleado por el Bayern en la Champions, el Barça selló la Liga sin pestañear, consciente de que ha sido el mejor en la regularidad pese a dejarse trozos de piel en el camino.

El próximo paso será decisivo para su porvenir. No necesita sangre y guillotina, pero tampoco engañarse con los elogios por un título tan brillante. El partido del Calderón podría resumir la disyuntiva presente: el Barça ha ganado el partido en un estadio difícil, pero mediante unchurrigol, dejándose nuevamente los isquiotibiales deMessi en la enfermería, alejándose del juego de posición que ha sido su santo y seña y fiándose a la individualidad y el contrataque. Incluso en el triunfo, parece dudoso que este sea el camino que se deba seguir.