Análisis

Aquella fatídica noche

JOSÉ CARLOS DÍEZ

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Este economista observador recuerda aquellos días del aquelarre del austericidio como si fueran ayer. La crisis de Grecia se escapaba de las manos y de la Cumbre Europea salió la propuesta nocturna de rescatar a los griegos en contra del espíritu de los tratados europeos y de la posición explícita de los alemanes de no socializar deuda de ningún país.

Todos respiramos aliviados, pero el demonio estaba en los detalles. Cuando el presidente del Gobierno,José Luis Rodríguez Zapatero,leía sus medidas de ajuste en el Congreso de los Diputados yo aterrizaba en Bilbao para dar una conferencia a empresarias. Leí el discurso y no daba crédito. Mi primera reacción fue creer que se trataba de un error. Pero luego pensé que era un mal necesario para avanzar en el proyecto europeo y sofocar el incendio de la tragedia griega.

Hoy, viendo nuestra tasa de paro, es evidente que me equivoqué. Los avances en Europa han sido solo en la supervisión y en más exigencia, pero el proyecto político y social que comportaba ha quedado herido de gravedad.

En el verano del 2011, tras la chapuza que los líderes europeos planteaban para la reestructuración de la crisis griega y la crisis financiera de agosto, tuve claro que íbamos directos a la recesión y que la moneda única se resquebrajaría como un lago glaciar cuando comienza el deshielo.

Ese verano publiqué en este periódico un artículo en el que hablaba de la necesidad de suavizar los ajustes, de aprobar estímulos europeos con eurobonos, de una intervención agresiva del Banco Central Europeo, de reestructurar las deudas de países que no podían pagarse y de recapitalizar a los bancos, sobre todo a los alemanes y franceses que quebrarían tras la quitas. Dos años después estamos en el inicio del inicio de retrasar el ajuste.

La economía es una ciencia forense y es sencillo hablar ahora del 2011. En mi libroHay vida despuésde la crisisque esta semana estará en las librerías doy soluciones para resolver la crisis del euro y nuestro drama del paro.

Ahora el coste para los contribuyentes europeos será el doble o el triple del que hubiera sido hace dos años. Además, el enfermo está mucho más débil y la medicación tardará más tiempo en surtir efecto. El problema es que en Berlín, Bruselas, Fráncfort, Madrid y Barcelona seguimos sumidos en la inacción, en el ya estamos saliendo de la crisis y en la negación más absoluta de la realidad.

Hoy parece evidente que hay que hacer lo imposible para solucionar la crisis del euro y avanzar en el proyecto europeo. Pero si seguimos por este camino a ninguna parte, dentro de dos años estaremos preguntándonos por qué no acabamos con esta pesadilla y no nos salimos del euro.