Los estragos de la miopía política

No se puede creer la incompatibilidad entre la crítica a la deriva de Mas y la defensa de una propuesta razonable sobre el ejercicio del derecho a decidir y de una alternativa (federalista o bilateral) al independentismo

LAIA BONET

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La Cumbre por el Derecho a Decidir ha llegado sin un orden del día definitivo y con un objetivo declarado: construir el máximo consenso posible para fundamentar las legítimas demandas en favor de una consulta negociada con el Estado. Una cumbre convocada por el presidente Mas, con la asistencia más allá de algunos representantes institucionales, de todos los partidos que coincidieron en la necesidad de buscar la solución en la crisis nacional a partir de una acción, la de escuchar los ciudadanos antes de determinar como salir del callejón sin salida al cual nos situó la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto.

Que esta cumbre haya llegado después de que el Gobierno haya fracasado en la celebración de la Cumbre contra la crisis no es un elemento a menospreciar. En aquella, sí que había orden del día, e incluso propuestas sobre la mesa. Pero no se hizo --sustituyéndola por una pretensa reunión del Gobierno secreta, pero surrealista-- ante las expectativas de carencia de acuerdo sobre las propuestas presentadas por algunos de los actores. No se hizo porque carecía el principal ingrediente: la voluntad real de dialogar. Antonio Machado afirmaba que para dialogar, primero hay que preguntar, y después, escuchar. Y el Gobierno, con el presidente Mas al frente, tenía --y tiene-- poca predisposición a escuchar cuando levanta día detrás día la bandera del "no tenemos alternativa" como única respuesta a la primera crisis que desangra el país, la crisis económica.

El resultado de aquel fracaso es evidente: una ocasión perdida. Un mensaje nefasto. Y esta opinión no podía sustituirse por el eventual éxito de la Cumbre por el Derecho a Decidir. Hacen falta respuestas claras positivas y la negativa al diálogo cuando a priori las soluciones no son evidentes ni los consensos sencillos, es una muestra de irresponsabilidad superlativa.

Si en cuanto a las actitudes, la del diálogo es la que hay que mantener y defender con toda convicción, en cuanto a las virtudes, especialmente las virtudes políticas que hay que mostrar con toda claridad especialmente ante la tercera crisis que sufrimos --la crisis institucional y política-- la coherencia es esencial.

Es evidente que la carta que Carme Chacón ha dirigido al primer Secretario de los socialistas catalanes, Pere Navarro, para pedirle que no participase en la reunión convocada por el presidente Mas sobre el derecho a decidir, ha sorprendido por la forma en la que se ha expresado su opinión --una carta pública/da-- y por el momento escogido (dos días después de darse a conocer que en las propuestas de reforma Constitucional elaboradas por los socialistas catalanes también había participado la cabeza de lista por Barcelona al Congreso).

No prejuzgo los motivos que han llevado a escoger tanto una cosa como la otra, y por lo tanto, independientemente de la forma, la oportunidad y los intereses que pueda tener quién firma la carta al expresar aquello que expresa y cuando y como lo hace, lo cierto es que abre un debate. Y es en este debate en el que quiero aportar algunas consideraciones, porque no comparto sus argumentos.

La posición del PSC sobre el derecho a decidir

Carme Chacón justifica su posicionamiento público en contra de la decisión de los socialistas catalanes de aceptar la invitación del presidente Mas, como contrapunto a otras voces anónimas o de "un cierto sector" del PSC favorables a implicarse en el proceso sobre el derecho a decidir. Y lo hace erigiéndose en la representante de "tantos y tantos catalanes" y autootorgandose la legitimidad moral de la representación del sentimiento de la mayoría de los socialistas catalanes. Pero olvida mencionar un detalle: las voces anónimas, el "cierto sector" favorable a implicarse en el proceso por el derecho a decidir no es tal, sino que es el propio partido, mediante uno de los compromisos electorales más destacados del programa de las últimas elecciones al Parlamento: "Nos comprometemos a promover las reformas necesarias para que los ciudadanos de Catalunya puedan ejercer su derecho a decidir".

La conciencia sobre la realidad de los problemas políticos

El posicionamiento de Carme Chacón parece obviar la situación real de conflicto entre Catalunya y el Estado español que tuvo en la sentencia del Estatuto su expresión más aguda, y sobre la que ella misma ha dejado un testigo explícito de su particular valoración. Y a partir de esta actitud, su posición parece más orientada a buscar el choque frontal y el reagrupamiento de las fuerzas explícitamente contrarias a la independencia, más que no a evitar el choque de trenes, y sus más que evidentes estragos. Es innegable que la relación entre Catalunya y España ha sido un problema real, más allá de las visiones sesgadas, hiperbólicas y manipuladas que hagan algunos. Y como decía, la credibilidad, la mínima credibilidad en la política catalana pasa por reconocer el problema en todas sus dimensiones. Sin esta premisa no es posible hacer política en Catalunya.

Las falsas incompatibilidades políticas

Abandonar el escenario del diálogo a favor del derecho a decidir sería tanto como permitir que la escena política sea monopolizada por una única opción política: el independentismo. Por eso no se puede creer en la incompatibilidad entre la crítica a la deriva de Mas y la defensa de una propuesta razonable sobre el ejercicio del derecho a decidir y de una alternativa (federalista o bilateral) al independentismo.

La actualización del papel del socialismo catalán

Los socialistas catalanes han sido factor y garantía de la unidad civil del pueblo de Catalunya, y este papel ahora es más necesario que nunca para contribuir --en unas nuevas condiciones y con nuevos planteamientos-- al equilibrio de la sociedad catalana, a una configuración plausible de sus aspiraciones y a una evaluación realista de sus posibilidades que haga posible un nuevo consenso social.

Es evidente que el papel activo y equilibrador de los socialistas catalanes dentro de la política catalana no puede hacerse desde la timidez y los complejos. Las posiciones acordadas hay que defenderlas con convicción y energía. Ahora bien, lo cierto es que los argumentos aportados por Carme Chacón en su carta, por legítimos que sean como opción personal, muestran una profunda discrepancia con las posiciones acordadas y reflejadas en el programa electoral. Hará falta cuando menos hacerse la pregunta de hasta qué punto esto es compatible con la función de representación que desarrolla. Sobre todo, teniendo en cuenta que por el Partit dels Socialistes de Catalunya el principal escenario político es y tiene que ser Catalunya.

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