Análisis

"Señor embajador, esto ha comenzado"

INOCENCIA ARIAS

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El ambiente era sombrío en la cena en mi embajada en la ONU el 19 de marzo del 2003. La ofrecía a antiguos presidentes iberomericanos, algunos de ellos pesos pesados, Zedillo, Cardoso, Frei, Gaviria... y, habiendo dado en la tarde del 17 el presidente Bush 48 horas a Sadam Husein para que dejara el poder, todos los asistentes sabíamos bien que el conflicto era inminente.

No terminamos el postre. Mi secretaria, Mitzy, me sacó por teléfono de la mesa: «Señor embajador, esto ha comenzado». Eran las diez de la noche neoyorquina y las primeras y certeras bombas estadounidenses caían sobre el aeropuerto de Bagdad, el Ministerio de Defensa y un edificio en el que erróneamente se pensaba que aún estaba Sadam.

Mis invitados se precipitaron detrás de mí al cuarto de la tele. Los comentarios son lúgubres, sin mayor comprensión hacia Bush. Zedillo apunta que esto puede ser un éxito de Bin Laden, él y Frei parecen alegrarse de no estar ya en el poder por no tener que pasar el trago de decir a Bush que no le seguirían en el Consejo de Seguridad (sin los votos mexicano y chileno, la resolución de apoyo a la intervención no saldría), y varios de los presidentes, Cardoso, Gaviria, etcétera, coinciden en que el petróleo, en contra de lo que se lee en España, tiene poco o nada que ver con el conflicto. (En el 2002, EEUU, a pesar de las sanciones y de no tener relaciones con Bagdad, venía comprando a Irak mucho más petróleo que cualquier país occidental).

Cardoso, que debía hacer ante sus colegas una exposición sobre la democracia en Iberoamérica, me dice: «Embajador, no es el momento de disertar sobre esto».

No se equivocaba. Apurado el café, los invitados salen apesadumbrados. Comienza una catarata de llamadas de nuestros medios de información. Aquí era madrugada. El primero, Antonio Jiménez, desde la radio. Más de uno, después, quiere que narre la guerra desde Nueva York, lo que no procede, ni es mi cometido ni estoy en el puesto de mando. Bendita prensa española.

Esa mañana, el Consejo, al que pertenecíamos, tampoco había sido alegre. Ante la ominosa cercanía de una guerra, los 15 oradores quieren fijar posiciones para el después de. Todo el mundo sabe que será corta, la maquinaria yanqui es imparable. Los embajadores del bando anti (Francia, Alemania, Siria...) quieren poner en evidencia a Washington y sus aliados. En nuestro grupo, el estadounidense y el inglés saben que la suerte está echada y hacen una faena de aliño. Personalmente recito un discurso teórico, inapropiado, que me envía Madrid.

La bolsa y la guerra

La guerra duró unos 20 días. Clinton, adversario de Bush pero creyente en la existencia de las armas de destrucción masiva, había pronosticado cinco. Sigo la abismal diferencia entre el estado de ánimo entre nuestro país y EEUU. En España, sin soldados en la guerra, un 80% está en contra de la intervención. En EEUU, el 72% aprueba darle un escarmiento definitivo a Sadam aunque habrá jóvenes estadounidenses que morirán. Continúo asombrándome: el 19, mientras los misiles apuntan ya a Irak, la Bolsa de Nueva York tiene la mayor subida en cinco meses. La de París, aunque Francia se opone a la guerra, registra el día del ultimátum a Sadam la mayor de la historia. El dinero no tiene color y parece que acabar con la incertidumbre es benéfico para los bolsillos.

El domingo siguiente es la noche de los Oscars. La veo. Ya hay bajas americanas, pero la Academia detesta la politización y actores, guionistas y directores son disciplinados. El tema iraquí pasa de puntillas. Almodóvar se pliega discreto en la ceremonia. Con la prensa española sería después más críticamente locuaz. El que aisladamente quiere hacer un alegato contra el conflicto, Michael Moore, ovacionado al recoger el premio, recibe rápidamente un abucheo cuando lanza su soflama. No está la noche para Candelas Peñas.

Los días siguientes ven el avance inexorable de los americanos. El Ejército iraquí era un tigre de papel, pero las famosas armas no aparecen. Se empieza a colegir que, si no se encuentran, una parte de la operación será «un éxito catastrófico» y toda ella, como avancé para irritación de algún superior, será puesta en tela de juicio.

¿Qué pensarán hoy los iraquís de la intervención? Pregunta interesante. Nosotros, desde la distancia, podemos decir lo que Chou en Lai sobre la Revolución francesa: «Es pronto para juzgar».