ANTOLOGÍA DE SANDECES POLÍTICAS

Ibarra y la 'hitleritis' aguda de destacados socialistas

"Se puede ser jacobino como muchos socialistas del PSOE, pero lo que es inadmisible es extrapolar la historia más negra para condenar al infierno a los que no piensan igual"

José Bono, en el Congreso, durante su etapa de presidente de la Cámara.

José Bono, en el Congreso, durante su etapa de presidente de la Cámara. / periodico

ÁNGEL SÁNCHEZ DE LA FUENTE

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La fijación de Juan Carlos Rodríguez Ibarra con los nacionalistas catalanes viene de lejos, como podremos ver a continuación. La novedad de quien fue presidente de la Junta de Extremadura de 1983 aL 2007 es que se ha sumado a sus compañeros de partido Marcelino Iglesias, Francisco Vázquez y José Bono a la hora de comparar ese nacionalismo catalán con el nazismo de Hitler. Los cuatro destacados militantes socialistas saben que esa comparación es tan odiosa como injusta y peligrosa, pero creen que así desarbolan más fácilmente a sus adversarios, cuando sucede todo lo contrario. La equiparación es tan burda y falsa que lo que hacen es fortalecerlos.

Hitler, Tejero y el expolio catalán

La semana pasada, Rodríguez Ibarra fue entrevistado en Antena 3 y abordó el tema del soberanismo aprobado por el Parlamento de Catalunya y la voluntad de celebrar una consulta en la que el pueblo catalán ejerza el derecho a decidir su futuro. "Estábamos acostumbrados --subrayó el político extremeño-- a que las constituciones se las cargaran siempre los golpistas, con metralletas y con disparos", pero no desde el sistema "como sí están familiarizados los alemanes que tuvieron a Hitler, y los italianos con Mussolini". Tal vez pensando en que había de aludir a un ejemplo más próximo a la realidad geográfica, no se le ocurrió otra cosa que recordar el 23-F. O sea, si en Catalunya "piden un referendo para decidir ellos mismos, están saltándose la Constitución española. Cuando Tejero se la saltó, fue un golpista; por tanto, cuando alguien en el Parlamento de Catalunya se la salta, también lo es".

Si retrocedemos a 1991 nos encontraremos con la primera gran polémica protagonizada por Rodríguez Ibarra en relación con Catalunya. Fue cuando proclamó: "Catalunya es más rica no porque le haya tocado la lotería, sino porque ha robado a manos llenas al resto de las regiones durante el anterior régimen". Las palabras, viniendo de un presidente extremeño socialista, cayeron como una bomba, especialmente entre los miembros del PSC, partido federado (quizá mejor confederado) con el PSOE. Cuando Pasqual Maragall, entonces alcalde de Barcelona, tuvo noticia de que Rodríguez Ibarra no rectificaba la acusaciones de expolio, no vaciló en desmarcarse: "Si es verdad lo que me dicen, yo estaría con Pujol y no con ese señor". Ese señor, ya con la boca menos caliente, siguió en sus trece: "Catalunya tuvo algunas dificultades con el idioma en el franquismo, pero evidentemente ya me hubiera gustado a mí que Extremadura hubiese sido castigada como las regiones que se llaman históricas".

Los caprichos de Pujol y de Maragall

Las contradicciones de Rodríguez Ibarra hicieron su aparición cuando su jefe de filas en el partido, Felipe González, se vio obligado a pactar en 1993 con Jordi Pujol para poder gobernar. Fue en enero de 1994 cuando el presidente extremeño sacó la cara por su homólogo catalán, a quien Julio Anguita había comparado con Franco (no hay nada nuevo bajo el sol, como se ve). Y acusó al 'califa rojo' de Izquierda Unida de "excitar los instintos más reaccionarios y más ultranacionalistas". Miren ustedes por dónde: igual que el propio Rodríguez Ibarra acaba de hacer con Artur Mas, al que poco menos que le ha colgado una cruz gamada y le ha encasquetado el tricornio del 'tejerazo'.

En la época en que fue José María Aznar quien necesitó de Pujol (1996-2000), Rodríguez Ibarra ya lo tuvo más claro: "Es terriblemente injusto que los caprichos de Jordi Pujol deban ser pagados por el resto de los españoles, con la anuencia de Aznar". Los caprichos a los se refería entonces eran las tasas farmacéuticas, pero años después también utilizó ese mismo vocablo para fustigar a otro presidente de la Generalitat --Pasqual Maragall--, socialista como él, pero no nacionalista español.

En agosto de 2005, ajustó su rifle dialéctico y disparó así: "Maragall pertenece a un grupo de caprichosos que quieren modificar su Estatuto para tener más poder, sin que la ciudadanía lo demande". Como el Estatut era un capricho, según el barón extremeño del PSOE, su partido se puso manos a la obra. En una entrevista publicada en octubre de 2006, Rodríguez Ibarra sacó de dudas a los catalanes que aún dudaban: "El PSOE introdujo más de cien enmiendas en el Estatuto catalán, porque había gente nuestra que estaba dispuesta a joder la marrana". Otros que también andaban con eso de la marrana eran los vascos del partido de Arzalluz e Ibarretxe. En cuanto Rodríguez Ibarra se enteró de que comenzaban a plantear un referendo de autodeterminación, no se cortó un pelo: "Si hace falta declarar el Estado de emergencia en el País Vasco, se hace". ('El Mundo', 17-06-2002).

Como el Guadiana apareciendo y desapareciendo, Rodríguez Ibarra lleva muchos años siendo un río político que, cuando la ocasión le es propicia, inunda todo lo que no sigue su curso.

Paco, Pepe y el sibilino Marcelino

En su día, ya nos preguntábamos en esta 'antología de sandeces' qué les habían dado a algunos conspicuos socialistas españoles para que se obsesionaran tanto con el Tercer Reich. Nos referimos a Francisco/Paco Vázquez, José/Pepe Bono y Marcelino Iglesias, que aprovecharon sin escrúpulos la proximidad de las elecciones catalanas de noviembre pasado para intentar desprestigiar las candidaturas nacionalistas. El más corrosivo fue Paco Vázquez --alcalde de A Coruña (él siempre renegó de esta denominación y prefirió la vieja de La Coruña) durante 23 años y luego embajador español ante la Santa Sede--, que habló de la inmersión lingüística del catalán con bastante desconocimiento de causa.

En una entrevista en la televisión autonómica de Galicia irrumpió a distancia en la mencionada campaña catalana como un elefante en una cacharrería. "No hay ninguna diferencia --dijo-- entre un judío con estrella amarilla perseguido por los nazis y un niño catalán castigado por hablar castellano en el patio del colegio". Si en vez de vivir en el Vaticano, por ejemplo, hubiese vivido un tiempo en Barcelona y en su área metropolitana habría podido conocer de primera mano lo difícil que resulta escuchar en los patios de las escuelas catalanas una conversación en catalán entre sus alumnos.

Lo de Pepe Bono fue un ejercicio de simplificación de esos a los que nos tiene acostumbrados. "Cuando en Alemania empezó a ser sospechoso tener dos identidades [...] Cuando ser alemán y judío empezó a ser sospechoso, las cosas empezaron a ir mal". El ex presidentede Castilla-La Mancha ignoraba o quería ignorar cuando pronunció estas palabras que los alemanes de religión judía solo tenían la identidad alemana. ¿Insinuaba Bono que una Generalitat nacionalista podría planificar el exterminio de los nacionalistas?

Por último, otro expresidente autonómico, el socialista aragonés Marcelino Iglesias, también contribuyó a echar leña al fuego, aunque utilizando un lenguaje más sibilino. Lejos quedaba su filocatalanismo (él habla catalán) en el momento en que decidió mitinear en la cercana Lleida para soltarse el pelo hablando de fronteras: "Los que quieren poner fronteras quieren ir hacia atrás, y cuando se han puesto fronteras en Europa y han ganado los hipernacionalismos ha habido muchos desastres en este continente y más de cien millones de muertos".

Se puede ser jacobino como muchos socialistas del PSOE, pero lo que es inadmisible es extrapolar la historia más negra para condenar al infierno a los que no piensan igual. Y actualmente decir Hitler es todavía sinónimo de demonio. Por suerte.

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