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Nada muere

Nada muere_MEDIA_2

Nada muere_MEDIA_2 / LEONARD BEARD

RISTO MEJIDE

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Hay películas malas, muy malas, pésimas, infumables y por último están las que puedes ver gratis e íntegras por Youtube. Yo creía que Están vivos (1988) de John Carpenter era de estas últimas, adaptación del relato de Ray Nelson condenada a amenizar la siesta dominical y el sexo de sobremesa.

Pero no. La historia de Carpenter es una genialidad que se avanzó a su tiempo 25 años, ya que es casi superada por otra realidad infumable: la de España del 2013. Y hoy, por fin, lo puedo demostrar.

Para empezar, tanto en la versión original como en la que nos la meten doblada, el protagonista se llama John Nada. Nada como los 198 pre-ex-trabajadores de Ercros, Nada como los más de 3.000 pre-extrabajadores de Iberia, Nada como los cinco millones y pico de parados que siguen buscando trabajo. Nada como los casi 18 millones que aún obramos el milagro de poder cobrar a fin de mes, total para seguir pagando cada vez más impuestos mientras grandes empresas como Apple realizan malabarismos financieros entre filiales y declaran pérdidas en nuestro país, evitando la tributación y riéndose en la cara de gilipollas que se nos queda.

Los que no vivimos en El Pardo para estar cerquita de la Zarzuela nos apellidamos Nada, ni siquiera Nadie, porque para que haya un Nadie, tiene que haber otro Alguien que lo certifique, que lo esté contando, un Alguien que se

preocupe por estar ahí, que nos escuche y nos tenga en cuenta.

En la historia, John Nada se encuentra unas gafas de sol. Son las gafas oscuras de la crisis, unas gafas fabricadas a golpe de moroso, de promesa incumplida, de traición hecha pública y de ruptura de pactos de silencio. Son las gafas que hacen aflorar la mierda incómoda, la que seguiría oculta si no fuera porque ya no hay dinero para mantenerla bajo la alfombra.

Y es que cuando Nada se pone esas gafas, de pronto puede ver que los humanos estamos rodeados de alienígenas que utilizan los medios de comunicación para manipularnos, pero no como lo hacen los tertulianos, no, sino a través de mensajes subliminales.

Las primeras palabras que alcanza a leer Nada son claras: Cásate y reprodúcete. Una indirecta de lo más sutil -serían extraterrestres de derechas-, con la que supongo comulgará Monseñor Jorge Fernández Díaz. Oye, vete a saber, ahora que la lucha contra ETA ya no cosecha tantos votos, igual dedican tiempo y recursos al exterminio de aquellas parejas desviadas, relaciones sucias y perturbadas y uniones pecaminosas «que no garanticen la continuidad de la especie», que no fabriquen votantes católicos, apostólicos y romanos. Alguien debería haberle explicado al señor ministro -o al mono del que desciendan él y sus congéneres- la tesis darwiniana de la selección natural, según la cual sobreviven aquellos ejemplares que mejor se ADAPTAN. O pensándolo bien, mejor no, que no se la expliquen.

Siguiente mensaje: No al pensamiento independiente. No en voz alta, se entiende. Porque si tú piensas diferente y te lo callas, está todo bien. Si crees que preguntar jamás debería ser anticonstitucional, está genial si no se lo cuentas a nadie. Pero si haces como Martín Rodríguez-Sol y lo largas por esa boquita, prepárate para sufrir un episodio de maltrato nacional, nada que ver con la violencia de género o el maltrato animal, porque aquí los instigadores se convierten en mártires, las razones en creencias y el diálogo democrático en bulla de barrio.

El tercer mensaje aparece escrito sobre un puñado de dólares: Éste es tu Dios. Menuda herejía. Desde el Padrino 3 sabemos que el Instituto para las Obras de Religión acepta prácticamente cualquier divisa, venga de donde venga. Y ahora encima algunas investigaciones apuntan a que lava más blanco. Pero eso no ocurre en España. A que no, Bárcenas.

Por último, por encima de todos estos mensajes, hay un concepto que se repite durante toda la película. Una sola palabra que resume la orden fundamental en cualquier invasión de conciencias: Obedece. No cuestiones la autoridad. No utilices tu imaginación. Sigue durmiendo.

Mientras Benedicto XVI ofrece obediencia incondicional a su sucesor, bomberos españoles se enfrentan a expedientes sancionadores por negarse a desahuciar a sus conciudadanos. A ver cuándo toman nota los empleados de sucursales bancarias y nadie teme los disparos de Sazatornil si sale el sol por Antequera. Que cuando los únicos que obedecen son los de arriba, somos los de abajo los que debemos aplaudir la insumisión.

En fin. No voy a contarte el final de la película, porque ya lo he hecho en el título de este artículo, pero sí las cinco últimas palabras que pronuncia Nada justo antes del final.

«Ahora te toca a ti».