MÁS DEPORTE

Triunfadoras sin complejos

La Cursa de las Dones reúne cada año a miles de participantes en Barcelona.

La Cursa de las Dones reúne cada año a miles de participantes en Barcelona.

Loles Vives

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Era marzo del 69 en Montjuïc. Tiempos en los que todo era en blanco y negro o muy gris: las abuelas, las monjas, los trajes, las fotos, las películas y también, cómo no, la pista de ceniza del viejo y ruinoso estadio.

Pero en la prensa se escribía de atletismo. Así lo refleja la primera crónica de mis andanzas atléticas pegada en un álbum de recortes que mi madre, semana a semana, se cuidaba de fechar y pegar para inmortalizar la vida deportiva de su hija pequeña. Solo era una Liga Catalana, pero la prensa daba cuenta de ello. Tenía 11 años y competía con camiseta de manga corta y bombachos, no fuera a ser que enseñara más de la cuenta y me advirtieran que una señorita debía ser más recatada.

Desde entonces han pasado 44 años y sigo compitiendo. Pero ahora lo hago con top y braguita, enseñando el ombligo y una porción de las nalgas al aire. Las pistas dejaron de ser negro ceniza y hoy lucen tartán tintado de rosa o azul intenso.

Por fortuna, aquella época oscura y gris -en que las deportistas éramos prácticamente invisibles para el público español- fue dando paso, poco a poco, a una vida más alegre, con más color… a la vez que algunas chicas deportistas también empezaron a ser reconocidas por la gente.

Salvo casos como las excepcionales Carmen Valero o Mari Pau Corominas, las deportistas de aquí éramos pasto de burlas durante los años de dictadura cada vez que salíamos por el continente y tocaba medirnos a los potentes equipos del Este. Estaba claro que ante las admiradas walkirias no había comparación posible. «Las españolas paticortas, bajitas y culonas», como rezaba una crónica de la época, éramos constantemente vilipendiadas y ridiculizadas frente a las esbeltas germanas o polacas. Gracias por regalarnos semejante complejo de inferioridad…

Tiempos de machismo

Se nos consideraba deportistas de tercera categoría y era impensable que pudiéramos siquiera soñar con un gran éxito internacional. Simplemente, no lo creíamos posible: ni las atletas, ni la inmensa mayoría de deportistas españolas, salvo contadas excepciones.

Más tarde comprendimos la verdadera realidad. Seguramente aquellas deportistas extranjeras eran más altas y guapas, pero ni mucho menos tan extraordinariamente buenas como el dopaje les permitió ser. Iban cargadas hasta las cejas.

Tiempos de mucho machismo, aunque, por fortuna, cambiaron las cosas. Cayó el muro de Berlín; se destapó el dopaje de Estado implantado por la RDA y demás países del Este; se endureció la lucha antidopaje y aparecieron casos positivos por doquier (también aquí, por cierto), y las diferencias entre españolas y la élite europea dejaron de ser tan evidentes. Y de aquel viejo complejo de inferioridad surgieron deportistas de relevancia, con un primer cambio sustancial en Barcelona 1992 y la reciente y apabullante eclosión de las chicas guerreras en Londres 2012, que han aportado al historial español más medallas que los chicos. Algo inimaginable cuando corríamos con bombachos y se burlaban de nuestro físico.

Las generaciones actuales ya no se sienten minusvaloradas y tienen preciados referentes en los que inspirarse. Eso les permite afrontar el deporte aspirando a lo más alto. Lograr un título olímpico ya no es un sueño irrealizable. Ahora tenemos campeonas olímpicas, mundiales y europeas, deportistas triunfadoras, sin complejos y admiradas por sus éxitos. Hasta las chicas futbolistas empiezan a tener cabida en un deporte de dominio masculino y ahora soy yo quien acudo a animar a mi hija, que juega como lateral derecho aunque a mí me inculcaran que no era deporte para mujeres.

El pecado de la prensa

Solo falta que acabe esta maldita crisis, regrese el dinero, inviertan los patrocinadores y que los medios de comunicación se hagan eco de las gestas de las mujeres con la misma vara de medir que cuando las consigue un hombre. Y que se valore en una chica su valor deportivo y no su aspecto físico, atávico tic machista.

Solo reivindico un aspecto de los tiempos oscuros: si entonces era posible escribir una crónica sobre una niña velocista que no levantaba un palmo del suelo, ¿por qué no va ser posible que ahora se preste atención a atletas que vuelan por encima de los dos metros y conquistan oros?