La rueda

El país A y el país B

JAUME BADIA

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Por si no habíamos quedado suficientemente empalagados con la crónica infinita de la retirada del Papa, el ministro Fernández ha sentido la necesidad de sincerarse para aclararnos que «la relación homosexual no garantiza la pervivencia de la especie, algo que sí que puede asegurar el matrimonio natural». ¡Oh maravilla! De paso también ha confirmado que ningún Gobierno es inmune a la estulticia, individual o colectiva. Por eso los de Rajoy han decidido plantear recurso de inconstitucionalidad contra la declaración de soberanía del Parlament. Para animar el diálogo sereno y constructivo, debe ser. La reflexión recalcitrante de Fernández cerraba la semana en la que los socialistas catalanes rompieron aguas en Madrid, poniéndose de parto y votando una misma moción con nacionalistas y ecosocialistas. La misma semana que Bárcenas ha demandado al PP, por despedirlo de malas maneras, después de haberle llenado las arcas durante 20 años. Es el mismo Luis Bárcenas de los 22 millones en Suiza que todo lo consignaba en A o en B, y que en las anotaciones de la contabilidad B de Gürtel ya aparecía como «Luis, el Cabrón».

Y, ahora que lo digo: ¿a ver si resultará que, al final, nuestros problemas vienen de tener dos países, un país A y un país B? Porque el país A está en quiebra: millones de parados y de familias hipotecadas, decenas de miles de pequeños empresarios arruinados, más y más miles de ahorradores colgados con las preferentes... En el país B, en cambio, todo el mundo tiene unas finanzas lozanas, todo son alegrías y abundancia; lo habitan banqueros que se jubilan con pensiones millonarias, y prohombres con mansiones y cuentas en Suiza, todos de nobles linajes: Bárcenas, Camps, Correa, Crespo, Cuevas, Gil, Guerrero, Matas, Millet, Montull, Munar, Muñoz, Pujol, Urdangarin... Si el país A no comienza a recuperar todo lo que el país B (la B de los bandarras) le ha robado, no saldremos adelante.