LA CRISIS DE VALORES E INSTITUCIONES

La mafia europea

¿Alguien conoce algún otro club al que se pueda entrar, pero del que no se pueda salir?

El presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy (izquierda), habla con la cancillera Angela Merkel, durante la foto de familia de la cumbre de la UE, ayer en Bruselas.

El presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy (izquierda), habla con la cancillera Angela Merkel, durante la foto de familia de la cumbre de la UE, ayer en Bruselas. / FLR

CARLOS MACIAN

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Oír la famosa frase "Le voy a hacer una oferta que no podrá rechazar" nos transporta automáticamente al sórdido ambiente del hampa; un mundo de coacción, de extorsión, de servidumbre. Un mundo en el que es muy fácil entrar, pero del que es muy difícil salir. ¡Quién iba a pensar que la Unión Europea se comportaría igual!

¡Bienvenidos a Europa! ¿Alguien conoce algún otro club al que se pueda entrar pero del que no se pueda salir?

Y sin embargo, la idea fue de una sutil genialidad cuando, en 1951, los padres fundadores buscaban desesperadamente algún mecanismo que permitiese la colaboración pacífica en la gestión de recursos en Europa, como método para reforzar los lazos entre Estados y crear un acercamiento que previniese conflictos como el de las dos guerras mundiales. Al crear un club que reportaba ventajas a todos, los incentivos para unirse a él eran evidentes. Al no incluir ninguna cláusula de abandono del club, ni voluntaria ni forzada, se creaba un vacío legal que, esperaban, complicaba tanto la salida como para hacerla irrealizable excepto en situaciones límite. Al fin y al cabo, tener un foro donde dirimir las diferencias de criterio siempre es mejor que no dirimirlas en absoluto.

La pregunta es: ¿aquel acto de genio sigue teniendo sentido 60 años después? ¿Cuál es el valor, hoy en día y en una Unión más allá de la posibilidad de conflicto armado, de excluir la posibilidad de que un país abandone el club, cuando más de uno ha expresado ese deseo, al menos hipotéticamente? Aún más importante: ¿Por qué renunciaríamos a la posibilidad de amenazar con la expulsión a países que, una vez admitidos, se nieguen a participar de buena fe en la construcción europea o a seguir las normas establecidas?

¿O acaso alguien piensa que, después del enorme esfuerzo que representa el adaptar las instituciones nacionales a los requisitos de pertenencia a la Unión, después de la cantidad y significado de los lazos establecidos entre naciones, tanto económicos como políticos, algún país se plantearía seriamente un abandono frívolo de la Unión?

No me gustaría que al final fuese la frase de Groucho la que mejor definiese a la Unión: "No deseo pertenecer a ningún club que acepte como socio a alguien como yo".

Artículo publicado en <strong>www.50x7.com</strong>