Al contrataque

Algo peor que la corrupción

@PepaBuenoHxH

Pepa Bueno

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Me había propuesto esta semana volver a pisar la calle en este artículo. Dirigir la mirada a la brecha salarial entre hombres y mujeres o a los parados mayores de 35 y sin formación, de los que nadie se ocupa y que, como me subrayó el miércoles el secretario general de UGT, Cándido Méndez, son de verdad los que estamos dejando en la cuneta.

Pero el final del debate sobre el estado de la nación el jueves fue tan esperpéntico que pareció que nos estábamos mirando en un espejo deformante del callejón del Gato. Sí, hay algo peor que la corrupción. El desprecio de los mecanismos de la democracia. La negativa a ofrecer respuestas políticas a cuestiones que nos afectan a todos. Solo unas horas después de que Rajoy abandonara con aires de victoria el debate, Bárcenas llamaba de nuevo a la puerta con una amenaza en forma de acta notarial. Las preguntas esenciales sobre el presunto caso de corrupción que afecta al PP están sin responder y el Gobierno se disponía ayer a seguir como si tal cosa esgrimiendo la batería de leyes y medidas de transparencia que ha propuesto para prevenir casos como este en el futuro. Es como si un maltratador le propone a su víctima un pacto con nuevas reglas de respeto y convivencia mientras contempla como ella se desangra sin atender las heridas de la puñalada que acaba de asestarle.

Ayer le pregunté por este asunto a José María Maravall, sociólogo, ministro de Educación del primer Gobierno de Felipe González y que acaba de publicar el libro Las promesas políticas (Editorial Galaxia Guttemberg). Qué hacer cuando el partido en el Gobierno niega a la opinión pública información sobre su funcionamiento interno, cuestionado ahora mismo en los tribunales. Cuando se contradice o no dice la verdad. Según Maravall,

la única manera es proteger a los jueces y a la prensa para que sigan haciendo su trabajo y no dejen de investigar y hacer preguntas hasta obtener respuestas.

Relativismo moral

El Gobierno lo fía todo a la recuperación económica que tendrá que llegar tarde o temprano (más bien tarde, según dijo ayer Bruselas). Los procesos judiciales son largos, la memoria pública es frágil y se supone que la alegría por salir del agujero de la crisis podrá con cualquier otro nubarrón. Pero para la calidad de nuestra democracia no servirá de nada que aparezcan brotes verdes en un año o en dos, de nada servirán las bendiciones europeas. Seguir haciendo política sin responder a las preguntas básicas sobre el uso que hizo de la política alguien instalado en el corazón del Partido Popular durante casi 30 años degrada nuestra democracia. Esto es así, el Gobierno lo sabe, y no hay dato, brote o parabién que lo neutralice. Habrá vida después de la crisis, como dice el presidente del Gobierno; sí, claro. Pero si el caso Bárcenas no se aclara políticamente seremos una sociedad más embrutecida y cínica. No deja de sorprenderme este relativismo moral de los guardianes de la moralidad.