Los déficits democráticos de la política

XAVI CASINOS

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La actividad política de este país, centrada en estos momentos en los últimos casos decorrupción, la nefasta gestión de lacrisis económica y eldebate soberanista en Catalunya, revela cada vez másdéficits de calidad democrática que a menudo incluso se expresan de forma pública sin rubor y sin que parezca escandalizar a muchos. Es como si los actuales políticos de este país hubieran hecho novillos el día que en clase explicaron lo que es la democracia.

¿Cómo pueden miembros de gobiernos y cargos electos decir cosas del tipo de que hay que impedir laconsulta soberanista que impulsa el Parlament de Catalunya y que sigan en sus cargos? Porque en las democracias uno puede ser legítimamente independentista o no y estar a favor o en contra de la consulta y defender sus posiciones. Pero lo que en ningún caso se puede negar es el ejercicio de la esencia misma de la democracia, que es que los ciudadanos acudan a las urnas, y menos cuando son convocados por una amplia mayoría de un legítimo parlamento, que para los que hicieron novillos es donde los ciudadanos depositamos la soberanía que laConstituciónotorga al pueblo.

Escuchar hoy a un político a través de los medios se parece cada vez más a una especie de club de la comedia. Para muestra, Arias Cañete, ese lince de ministro que sin ponerse rojo es capaz de afirmar que lareforma laboral está dando sus frutos reforma laboral el mismo día que se anuncia que en España ya hayseis millones de parados. Las comparecencias de los políticos empiezan a ser un insulto constante a la inteligencia de los ciudadanos. Eso cuando comparecen, porque encima tenemos a un presidente del Gobierno que ignora que democracia también es saber dar la cara cuando el extesorero de su partido está en el centro de un huracán de presuntas corrupciones y evasiones de capitales mientras aumenta la pobreza en el país.

Pero aún hay algo más grave, cuando a propósito del debate soberanista catalán se ha puesto de moda decir eso de que cualquier cambio en elmodelo de Estado debe hacerse dentro de la legalidad vigente. Pues si llegamos a hacer latransiciónrespetando la legalidad vigente, aún estaríamos regidos por lasLeyes Fundamentales del Estado, no se habrían legalizado los partidos y no tendríamosdemocracia.

O este país madura democráticamente de una puñetera vez o será totalmente imposible acometer nunca un cambio en el modelo de Estado que permita avanzar hacia el federalismo u otro futuro, eso que algunos llaman unasegunda transición. Una manera de explicar la primera transición es que fue posible porque un día se encontraron sentados alderedor de una mesa una serie de personas que representaban distintas sensibilidades ideológicas y cuya única salida era no levantarse de la silla sin haber alcanzado antes un acuerdo. No había otra. Y esa voluntad --y necesidad-- de acuerdo exigía a su vez voluntad a la hora de ceder.

Y efectivamente todos cedieron en algo, quienes venían del régimen, la izquierda, los monárquicos, los nacionalistas y, especialmente, los comunistas, que conSantiago Carrillo a la cabeza exhibieron una gran madurez democrática en todo el proceso que tuvo su máxima expresión tras elasesinato de los abogados laboralistas de Atocha, de los que ahora se cumplen 36 años. Los comunistas contuvieron su rabia ante aquella provocación fascista que tan solo buscaba una excusa para acabar con la reforma. Aún estremecen las imágenes de aquel atronador silencio de dolor que presidió el paso de los féretros. Aquel día quizá la democracia ganó su batalla más decisiva contra los restos del franquismo. Y el comunismo cedió tanto que pasó de liderar la lucha antifranquista en la clandestinidad a tener tan solo un papel casi residual en los posteriores mapas parlamentarios.

Hoy, en cambio, nadie está dispuesto a ceder nada porque nadie tiene voluntad de acuerdo, solo de ruptura o inmovilismo, escudado este último en unaConstitución que hace rato ya que necesita un meneo. Es triste reconocer que había más conciencia de los valores democráticos en aquellos difíciles años que siguieron a la muerte deFrancoque en la actualidad. ¿Cómo lo hemos podido hacer tan mal?