Una carta al Rey

Hablando se entiende la gente

Ahora toca hablar de cómo España y Catalunya pueden seguir siendo amigos tras 300 años de unión forzosa

Hablando se entiende la gente_MEDIA_1

Hablando se entiende la gente_MEDIA_1

ERNEST BENACH

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Señor, no sé si lo recordará. Era diciembre del 2003, y ha llovido bastante desde entonces. Todos nos hemos hecho mayores, y usted ya ha superado con creces la edad para la jubilación en cualquier profesión normal. Está claro que la suya no es una profesión normal. No hay oposiciones, no hay momento para jubilarse, no hay elección democrática para llegar a ella... En aquel momento le rendí visita para comunicarle que el Parlament de Catalunya había elegido un nuevopresidentde la Generalitat. Cumplíamos las formalidades previstas en la ley. En diez años las cosas han cambiado tanto que mi sucesora ya se lo ha comunicado por correo electrónico, no sé si en una muestra clara de avance tecnológico y simplificación administrativa, o bien como muestra de las frías relaciones que hoy usted, como máxima representación del Estado, mantiene con Catalunya.

Recuerdo la conversación que tuvimos, entre otras cosas porque, seamos sinceros, ni usted ni yo teníamos demasiado que decirnos. Pero el protocolo mandaba y, claro, había que llenar los minutos de rigor que tocaba para aparentar la máxima normalidad. Recordemos también el contexto, la situación en España era asfixiante, con mayoría absoluta del PP yAznarde presidente del Gobierno. Lo cierto es que después de entregarle el decreto de nombramiento, tocaba un momento de pretendida intimidad. Me invitó a entrar en una sala y recuerdo los largos segundos que pasaron desde que nos sentamos hasta que articulamos las primeras palabras. La cuestión era que ni usted ni yo sabíamos qué decir, porque de hecho, si éramos coherentes con nosotros mismos, poco teníamos que decirnos. Entonces fue cuando le comenté: «Ya lo ve, señor, un republicano convencido como yo tiene que romper el hielo de esta conversación con el exponente más claro de la Monarquía». Y entonces usted lanzó la famosa frase que hizo fortuna en todas partes: «Y es que hablando se entiende la gente». La historia posterior es bien conocida. Cuando salí de la visita oficial, los medios cogieron la frase y la interpretaron por todas las partes por las que podía interpretarse. Incluso ERC hizo de ella un eslogan en unas elecciones muy complicadas, las del 2004, en las que de nuevo había sido criminalizada de manera injusta.

Explico todo esto porque el otro día, a raíz de la entrevista en TVE con motivo de sus 75 años, me volvió a la cabeza aquella escena, y sobre todo la famosa frase, «hablando se entiende la gente». Es cierto que en diez años han cambiado muchas cosas en la sociedad catalana, y también en la española, pero la semilla del conflicto, que usted se niega a admitir, viene de muy lejos, de sus antepasados para ser precisos, y no es un capricho del momento, ni siquiera solo consecuencia de la crisis económica que nos afecta. Es cierto que en Catalunya hay más independentistas, y que las razones de que esto ocurra son diversas: desde la crisis económica y el expolio fiscal que sufre Catalunya, hasta la persecución del catalán como lengua normal de este país, pasando por elementos tan variados como la falta de sensibilidad y comprensión de la política española en relación a Catalunya, el mal trato permanente con las inversiones y las infraestructuras que tenían que hacerse en este país, o las amenazas constantes y la incomprensión hacia una realidad que existe, y que no es nueva.

Usted debería estar preocupado por los motivos que han llevado a esta situación, por el hecho de que una parte de su pueblo, y sobre todo de sus representantes políticos, ha permitido que se llegase a criminalizar y a crear una imagen falsa de una de las partes este pueblo que usted dice representar. Fíjese, Catalunya probablemente es de las naciones más solidarias del mundo. Lo somos con la pobreza que tenemos en casa, porque tenemos y mucha; lo somos con el Estado español, lo somos con las causas más nobles y diversas repartidas por todo el planeta. Y resulta que en España existe la conciencia de que somos tacaños, y que todo lo queremos solamente para nosotros. Es la misma voz que corre en relación con el catalán. Parece que hablemos catalán para fastidiar al vecino. Y no, solo lo hablamos porque es nuestra lengua, y la lengua -y usted eso lo sabe bien- es el alma de un pueblo.

«Hablando se entiende la gente», me dijo una vez. Y debe ser cierto. ¿Hablamos, pues, de cómo organizamos el futuro? ¿Hablamos de cómo debemos encontrar una salida democrática al conflicto (otra cosa me parece sencillamente imposible en pleno siglo XXI)? Porque, le guste o no, ahora ya estamos en la fase de conflicto. Por suerte, pacífico, y que así sea siempre, pero conflicto, y grave, en definitiva. Quizá sí toca hablar, pero precisamente de cómo debemos hacerlo para que podamos seguir siendo amigos y vecinos respetados después de 300 años de unión por la fuerza. Expresidente del Parlament.