Al contrataque

Dos 'caganers' en el desierto

Un caganer con la 'estelada', en la fira de Santa Llúcia.

Un caganer con la 'estelada', en la fira de Santa Llúcia. / periodico

Joan Barril

Joan Barril

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Cuando el cónclave eligió a Ratzinger como Papa, mis amigos creyentes me dijeron que el nuevo Pontífice era un eminente teólogo. Lo que no sabíamos era su condición de aguafiestas. Los cambios que el Santo Padre defiende en la infancia de Jesús le hubieran llevado en el pasado a la mismísima hoguera. Ni buey ni mula y con unos Reyes Magos que vienen de Lepe y no de Bagdad. Ahora que el Papa se dedica al Twitter, hay motivos para preguntarle si el caganer del belén está permitido o tampoco.

En esos tiempos de austeridad y de orfandad espiritual los catalanes debemos montar un belén único en la historia. Se trata de comprar unas cuantas cortezas de corcho, un poco de musgo legal, un papel de plata, tres o cuatro guijarros y algo de serrín para hacer los caminos. Nada más. Solo un paisaje vacío donde la única estrella del diorama celestial ya no será la de los magos sino la estelada. El belén catalán se queda sin figuras, y no por prescripción pontificia sino por la natural erosión de los actores privados de papel y de trama.

La fecha

Desde hace días no se habla de otra cosa que del pacto entre CiU y Esquerra, hasta ayer condicionado por la fecha de la consulta. ¿Cómo se puede caer dos veces en el mismo error en tan poco tiempo? El error es el que llevó a Mas y a los suyos a creer que Catalunya eran los manifestantes del 11 de septiembre y las soflamas secesionistas que inundaron las redes sociales. Luego se vio que había otra Catalunya escéptica ante la independencia y, por primera vez en muchos años, esos abstencionistas refractarios fueron a votar.

Ahora, en el belén desierto, Mas y Junqueras se han buscado para ponerse de acuerdo en una fecha. Mientras la gente se pregunta si va a cobrar la paga de Navidad y cuándo van a bajar los carburantes, lo importante, por lo visto, es esa fecha. Los estrategas de Convergència todavía no se han recuperado del susto electoral y parecían muy necesitados de pactar con Esquerra. CiU podía gobernar en minoría. De lo que se trataba era de conseguir la investidura, y esa se la ofrecía cualquiera. Luego ya se habría visto. La política no es solo un acuerdo o un pacto a principios de legislatura. La política, cuando no se cuenta con mayoría absoluta, es también una negociación permanente. Si Mas o Junqueras me hubieran pedido consejo, le habría dicho a Mas que escuchase al pragmático Duran. Las buenas relaciones con ERC siempre las tendrá y no hacía falta escenificar un pacto que le perjudica por dentro y por fuera. A Junqueras le habría aconsejado que tomase todos los cafés que quiera con el president Mas, pero que renunciase a ser el cómplice de unos recortes y de una política liberal que tarde o temprano le estallará en su línea de flotación.

En el belén catalán ya no hay mesías ni ángeles de la guarda. Nos queda solo el diablo, encarnado por Wert y por Montoro y otras furias del infierno. Y en una esquina, camuflados bajo el musgo, dos caganers de buena voluntad dejan volar sus esperanzas sin darse cuenta de que solo son cuerpo y digestión de los resultados en un belén desierto y arruinado.