Las propuestas para Catalunya

La movilización de las masas

El modelo federal con una nueva financiación solidaria parece una alternativa factible

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JOSÉ ANTONIO MARTÍN PALÍN

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La manifestación popular de la última Diada alcanzó cifras impresionantes. En los sistemas dictatoriales las masas se movilizan siempre a requerimiento del poder. En los sistemas democráticos las manifestaciones y reuniones en las vías públicas son un complemento de las formas de exteriorizar las reivindicaciones ciudadanas. El pluralismo político e ideológico reclama espacios para expresarse, al margen del voto en los tiempos electorales. Los cálculos de asistencia suelen ser inexactos y las cifras de manifestantes se manejan de forma propagandística sin ninguna base, más o menos científica, que permita ajustar el número de asistentes a una realidad siempre difícil de precisar.

ENTRE EL DATO ofrecido por los convocantes y los exiguos cálculos de los organismos oficiales se abre una franja tan gigantesca que resulta ridícula.Adolf Hitler encargó a su arquitecto de cámara,Albert Speer, la construcción de un recinto en el que se pudiesen celebrar las grandes concentraciones que el régimen necesitaba para reafirmarse e intimidar a los disidentes. El resultado fue el famoso campo Zepelin en Núremberg. Un inmenso espacio dividido en cuadrículas para calcular, de forma exacta, el número de concentrados. Con el recinto lleno, los asistentes, no podían ser más de 240.000. Para alcanzar la mítica cifra del millón de manifestantes se pueden utilizar métodos más fiables. El Camp Nou admite, según los permisos oficiales, a 99.354 espectadores. Para lograr el millón necesita llenarse 10 veces. Ofrezco estos parámetros a los que celebran los éxitos o toman las decisiones basándose en la movilización de las masas.

Catalunya ha vivido unas jornadas políticas electorales que, según muchos analistas, se han convocado al calor de la Diada. CIU disponía de un grupo parlamentario cercano a la mayoría absoluta. Elpresident, Artur Mas,interpretó la numerosa movilización ciudadana en clave exclusivamente independentista. Una decisión de este calado político no pudo tomarse sin previas consultas y deliberaciones en el seno de los órganos directivos de Convergència i Unió. Disolvió la legislatura y convocó nuevas elecciones cuyos resultados le situaron en una realidad que no había imaginado. La pérdida de 12 parlamentarios solo puede ser atribuida al rechazo de la forma de plantear el reto político.

Históricamente la independencia se desencadena por los agravios y abusos de los estados coloniales. El principio de autodeterminación de los pueblos que se contiene en el pacto internacional de derechos civiles y políticos firmado por España en 1977 estaba previsto para los pueblos que vivían bajo un régimen colonial. Catalunya como nación y los sentimientos de la mayoría de sus ciudadanos tienen motivos para sentirse agraviados por sectores ultramontanos carentes de valores democráticos, pero esta excrecencia política no se puede generalizar sin matices.

Si somos capaces de reconducir las divergencias al seno de un debate puramente democrático y constitucional, en gran parte frustrado por la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut propuesto por el partido socialista entonces en el Gobierno de España, nadie puede discutir que Catalunya es una nación. El artículo 2 de la Constitución consagra la indisoluble unidad de la nación española, pero es innegable que reconoce la autonomía de nacionalidades y regiones unidas por el nexo de la solidaridad.

LA CUESTIÓN NO se ha cerrado. Pienso que trasladar antiguas aspiraciones a un momento político en el que España está integrada en la Unión Europea desemboca en el anacronismo. El Comité de Regiones previsto en el Tratado de 18 de junio del 2004 por el que se establece una Constitución para Europa legitima y da cauce a las aspiraciones identitarias de los diferentes entes que conviven en el seno de la Unión Europea. Si la mayoría parlamentaria catalana plantea como única alternativa la ruptura con España tensaría la consulta sin resultados viables. El modelo federal con una nueva financiación solidaria me parece una alternativa factible. Es el momento de hacer política y no dejarse llevar por los ridículos aspavientos de los nostálgicos absolutistas de la España una o muerta.

Los sectores dominantes de la derecha en el poder cometerían un error de cálculo si al amparo del resultado de las elecciones catalanas diesen el debate por cerrado. De momento, cuentan con los votos necesarios para justificar el rechazo a un nuevo modelo de estructura constitucional, pero en política el inmovilismo origina muchos más problemas que la toma de contacto con la realidad. Espero que no caigan en la tentación de movilizar a las masas.

Abogado y magistrado emérito

del Tribunal Supremo.