Los jueves, economía

El día siguiente: soberanía y referendo

Nos espera un largo proceso para redefinir las relaciones políticas y económicas Catalunya-España

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JOSEP OLIVER ALONSO

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Se acerca el día D. El 25 de noviembre. Sean cuales sean los resultados electorales, no va a ser el final del debate sobre nuestro futuro, ni tampoco el del cambio de rasante de Catalunya. Será el inicio de un largo periodo de redefinición de nuestras relaciones económicas y políticas con España. A pesar de lo que muchos crean ahora, y de la confianza en la pretendida rapidez con que puede efectuarse, nos espera un dilatado proceso.

Uno de los aspectos más sorprendentes de lo ocurrido en Catalunya los últimos meses es lo rápidamente que una parte no menor del país ha pasado de considerar el concierto económico como algo deseable, aunque difícil, a desecharlo radicalmente. Bien está para quien crea en milagros. Pero en economía, como en todo, no hay caminos reales ni atajos. Los procesos, si son seriamente definitorios como el proceso en el que nos encontramos, son prolongados y dolorosos, con avances y retrocesos y, además, de incierto futuro.

AL ACERCARSE el día D se acerca también el día siguiente, que es de lo que realmente se trata en estas elecciones. Las encuestas avanzan un mapa que, con la excepción del posible hundimiento del PSC, no es sustancialmente distinto del actual. Una gran mayoría de diputados de organizaciones favorables a la consulta de autodeterminación (CiU, ERC e ICV), una marcada minoría en contra (PP y Ciutadans) y el PSC en medio, a favor si puede convocarse legalmente. Por tanto, aplastante conjunto favorable a consultar a la ciudadanía. Por tanto, el día siguiente se pondrá encima de la mesa el tema crucial del referendo. Y ahí es dónde se articulará la batalla los próximos años. Comencemos por si el Estado español lo permitirá o no. Difícil lo tiene Madrid, ya que aceptar la convocatoria, fuere cual fuere la pregunta, implica aceptar el núcleo del debate que nos ha enfrentado con España los últimos años. Me refiero al reconocimiento de la soberanía catalana como distinta de la española, con capacidad para decidir su futuro. Este es el núcleo de la cuestión. El día siguiente será el del pistoletazo de salida, no del proceso de independencia, sino del que debería llevar a la ciudadanía catalana a ser consultada sobre qué quiere hacer y cuáles deben ser sus relaciones económicas y políticas con España.

Esta es una cuestión previa que, en el fragor electoral, aparece como secundaria. Y el debate público se centra en si Catalunya quiere o no ser independiente o, en el ámbito económico, si estaremos o no en Europa o si mantendremos o no el euro. ¡Ojalá fuera esta la discusión! Indicaría que España ha aceptado reformar radicalmente su Constitución; que ha admitido que Catalunya es un sujeto político autónomo, con derecho a decidir; y que ha accedido a que sean los catalanes los que decidan su propio futuro. Llegar ahí no va a ser fácil. Además, ni somos los primeros, ni otros intentos, en países con tradición democrática más solvente que la española, han sido tan simples. La experiencia canadiense del último referendo (1995) implicó que su Tribunal Constitucional dictaminase severas reglas sobre cómo debía ejercitarse el derecho a la secesión: ahora es el Parlamento federal el que debe aprobar la pregunta que se formule, al tiempo que debe existir una mayoría «suficiente». Aunque en Europa hay el precedente de Montenegro, para el que la UE demandó el 55%, en Canadá el consenso existente es que no debería ser inferior al 66%. En Gran Bretaña, el Partido Nacionalista Escocés se presentó a las pasadas elecciones con la promesa de efectuar un referendo y, tras ganar por mayoría absoluta, eso es lo que hará. Pero allí las encuestas arrojan un voto a favor de la independencia que no alcanza el 40%. En cambio, la capacidad para decidir, y la necesidad de la consulta, fue arrolladoramente votada. Son dos cuestiones distintas.

AQUÍ TUVIMOS la oportunidad de reformar la Constitución por la puerta de atrás, con el malogrado Estatut. Pero los partidos españoles la cerraron con brutalidad. Ahora una parte de la intelectualidad madrileña se manifiesta preocupada con la posible secesión catalana. ¡A buenas horas, mangas verdes! El proceso hacia una consulta sobre la autodeterminación de Catalunya ha comenzado. Cuándo se alcanzará y en qué condiciones económicas es otro cantar. Los tiempos de profunda crisis que nos ha tocado vivir no son los más aptos para cambios radicales. Por ello el 26 de noviembre marcará el inicio de un largo proceso, en el que el primer asalto será sobre nuestra capacidad para convocar la consulta. Como esta es la clave de bóveda, ahí van a acumularse las amenazas y todo tipo de presiones. Pero no se equivoquen. Ni estamos discutiendo sobre la independencia ni sobre cuál sería nuestro futuro en Europa. Lo que de verdad comenzará a debatirse ese día es nuestro derecho a ser consultados. Catedrático de Economía Aplicada (UAB).