CIUTADELLA

El 'any de sa desgràcia'

Una imagen de Ciutadella, donde perdura el recuerdo del asalto turco.

Una imagen de Ciutadella, donde perdura el recuerdo del asalto turco.

XAVIER MORET

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Cuando en Menorca alguien habla del any de sa desgràcia, se refiere a 1558, y en concreto al día 9 de julio, cuando una flota turca, compuesta por 15.000 hombres y comandada por Mustafá Piali, asedió y destruyó Ciutadella. Cuentan las crónicas que era tanta la saña con la que los invasores se pusieron a degollar a los habitantes de la ciudad que el río de sangre llegó hasta el puerto; y añaden que más de 3.000 menorquines fueron apresados y enviados a Estambul como esclavos.

Cada 9 de julio, desde 1852, se conmemora esta tragedia en la catedral de Ciutadella, y en la elegante plaza de Es Born, rodeada de palacios y con un mirador enfocado al puerto, se levanta desde 1857 un monumento, conocido como Sa piràmide, que recuerda a las víctimas del any de sa desgràcia. En sus lados, en cuatro lápidas de mármol, hay una inscripción en latín que dice: «Pro aris et focis hic sustinuimus usque ad mortem» (Por los hogares y por la patria, aquí resistimos hasta la muerte en el año de 1558).

Recuerdo de Barbarroja

Para recordar aquel terrible asedio, que resucitaba los temores surgidos en 1535, cuando el pirata turco Barbarroja saqueó Maó, contamos con un documento único, el Acta de Constantinopla, datado el 7 de octubre de 1558 y escrito por el notario Pere Quintana en un calabozo de Estambul a petición del gobernador Bartomeu Arguimbau. Ambos formaban parte del grupo de prisioneros de Ciutadella llevados contra su voluntad hasta el otro extremo del Mediterráneo.

En ese Acta, que desde 1852 se lee cada 9 de julio en sesión extraordinaria del pleno del Ayuntamiento de Ciutadella, se describe la llegada a las costas de Menorca, el 30 de junio de 1558, de una flota turca formada por 140 barcos, en su mayor parte galeras. El gobernador Arguimbau ordenó fortificar Ciutadella y prepararse para el asedio, pero los turcos, que llevaban 24 cañones, lograron abrir un boquete en las murallas y entraron en sus calles el día 9 de julio.

A lo largo de tres días los invasores turcos mataron a más de 1.000 ciudadanos, se entregaron al saqueo, quemaron los archivos, profanaron las iglesias, destruyeron casas, robaron todos los objetos de valor y secuestraron a 3.452 personas, a quienes se llevaron como esclavos a Estambul. A la abadesa de Santa Clara, Agueda Ametller, la colgaron y la población quedó tan arruinada que cuando unos días después llegó desde Mallorca el gobernador interino, mossèn Frederic de Cors, tuvo que dormir en una cueva, ya que no quedaba en Ciutadella ninguna casa habitable.

Hoy en día, cuando la plaza de Es Born es una explanada llena de turistas, y cuando el puerto largo y estrecho de Ciutadella se llena de barcas y de visitantes que pueblan las terrazas de bares y restaurantes, el eco de aquella lejana y cruenta invasión parece quedar muy lejos, pero el any de sa desgràcia continúa vigente en las mentes de los habitantes de Ciutadella.

Prisioneros en Estambul

De los menorquines que fueron enviados a Estambul como esclavos se sabe que en 1564 un clérigo de Alaior, Marc Martí Totxo, permaneció durante casi un año en la capital del imperio otomano para negociar los rescates de los secuestrados. Gracias a su gestión, muchos de ellos pudieron regresar a Ciutadella, pero la herida abierta por la invasión turca tardó muchos años en cerrarse.