La rueda

Calatrava, mil millones de nada

GABRIEL PERNAU

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La burbuja inmobiliaria ha creado monstruos que viven fuera de la realidad comoSantiago Calatrava.Hace 25 años, el valenciano era un arquitecto e ingeniero joven que apenas empezaba a despuntar. Gracias a los dos proyectos realizados en la Barcelona preolímpica, su carrera se proyectaría a escala mundial: el primero fue el puente de Bac de Roda, inaugurado en 1987 y los clones del que vendería después a numerosas ciudades de todo el mundo. Mucha más repercusión tendría la torre de comunicaciones construida en el epicentro de Montjuïc con motivo de los Juegos Olímpicos.

A pesar de su relevancia, aquellos dos proyectos deben ser considerados hoy muy poca cosa para unCalatrava, que, sobre todo en su comunidad, ha sido bendecido con contratos públicos a raudales. Se ha acostumbrado tanto a manejar proyectos desorbitados, debe considerar que su obra es tan imprescindible para los humildes ciudadanos de su país, que hace pocos días se ha atrevido a declarar a una revista de arquitectura: «Comparado con los 100.000 millones del rescate en España, los 1.000 millones de la Ciudad de las Artes y las Ciencias no son nada».

Calatrava parece sufrir de megalomanía cuando dice que mil millones no son nada o cuando se atreve a comparar una sola obra con la ayuda a la banca de todo un Estado con 47 millones de habitantes, entre los que no se cuenta precisamente él, que tiene su residencia en la suiza Zúrich. Más que escandalizarnos por sus palabras, debemos admitir queCalatravay su arquitectura del nuevo rico son un espejo de lo que hemos sido hasta hace bien poco, lo que hemos querido ser o de lo que nos han querido hacer creer que éramos. Hace 20 años, en vísperas de los Juegos Olímpicos, había una pintada en las afueras de la capital valenciana donde se podía leerBarcelona 92-Valencia 0. Aquella protesta espontánea escrita con espray por una mano anónima sobre una pared explica muchos disparates que se han perpetrado después.