El futuro de un enclave polémico

¿Un nuevo urbanismo en las Glòries?

El mejor camino quizá no sea ocultar la circulación sino darle protagonismo con una integración radical

¿Un nuevo urbanismo en las Glòries?_MEDIA_2

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ORIOL Bohigas

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Este artículo fue publicado originalmente el 22 de abril de 2012. Con motivo del fallecimiento de Oriol Bohigas ha sido republicado el 1 de diciembre de 2021.


Es interesante ver cómo los barceloneses van opinando sobre el futuro de las Glòries. Un sedimento de opiniones que puede ser más eficaz que la simple participación a última hora de los que se consideran vecinos afectados. Están surgiendo ideas que pueden contribuir a crear unos nuevos métodos en los procesos de urbanización. Sería muy bueno que de esas propuestas salieran aproximaciones a un modelo de urbanismo que marcase un nuevo proceso en la evolución de las ciudades europeas.

TODAVÍA es necesario, sin embargo, superar algunos apriorismos, sobre todo los que son restos de las últimas vanguardias y que han quedado enquistados en las bases del nuevo pensamiento conservador. Por ejemplo, la coincidencia sobre el tono, el carácter y la funcionalidad que debe tener este sector urbano. O, mejor dicho, la casi unanimidad sobre lo que las Glòries no debería ser. Casi todo el mundo apuesta porque no se dé protagonismo a un nudo viario llamativo, abusivamente antiurbano, sino que haya una continuidad de los valores de la ciudad histórica, con la densidad y la actividad que correspondería a un nuevo centro de una coherente ciudad mediterránea. Tengo miedo de que esta casi unanimidad sea consecuencia de un apriorismo poco analizado, fruto de las afirmaciones teóricas y las realizaciones de los últimos años que reclamaban en el espacio público más condiciones de confortabilidad y convivencia, con alusiones, incluso, a escenarios tradicionales que superasen la abstracción polémica del funcionalismo pionero y dejara en segundo plano los instrumentos más duros de la vialidad para recuperar la presencia activa del peatón y sus relaciones con los comercios de proximidad, las instituciones de barrio, las entidades arquitectónicas que provienen del reciclaje del casco antiguo.

Las Glòries será ahora un fenómeno más complejo y, por tanto, de una envergadura metodológica que podría potenciar, posiblemente, un nuevo modelo. De momento, el territorio de la operación, especialmente el del espaciovacío, tiene unas dimensiones insólitas que no se adaptan a una imitación fuera de escala de los viejos centros de las ciudades preindustriales. Por el contrario, predisponen a la búsqueda de un nuevo modelo que integre los factores reales de la ciudad moderna, aquellos que, hasta ahora, no hemos utilizado como semillas de nuevas soluciones sino como defectos y estorbos que había esconder. Pero ¿es posible evitar o disimular el gran nudo circulatorio precisamente en el cruce de las tres avenidas más importantes de Barcelona, un punto ya claramente determinado en el Plan Cerdà? Y, por otro lado, la potenciación visual, funcional y social de un eficiente nudo circulatorio ¿no puede ser el medio más adecuado para asegurar una actividad continua, aglutinadora, vitalizadora, seguramente mejor que la que podría ofrecer un ejercicio de nostalgia que, por sí mismo, ya es una negación de la modernidad? Incluso más: ¿no ha llegado el momento de considerar esta modernidad funcional como un ingrediente cultural y representativo y no como un mal necesario que hay que esconder detrás de los ornamentos proyectuales? Quiero decir que ya no hay que manifestar la calidad de una ciudad en función de los coches que se han eliminado, de los servicios que no se han construido en ella para no dañar las imágenes de las tradiciones de una sociedad conservadora.

Sin menospreciar el gran flujo del tráfico -aceptándolo incluso como la explicación de las bases funcionales de la metrópoli-, las Glòries puede ofrecer un proyecto de integración sin esconder nada, sin readaptar antiguallas, considerando que un barrio nuevo de estas dimensiones ha de plantear nuevos modelos de calles, de plazas, de parques, de canales circulatorios. Como decíaManuel de Solà-Moralesen su magnífico artículo póstumo enAra,es necesario pensar en una «inyección de intensidad japonesa en el corazón de la ciudad mediterránea por excelencia». Una intensidad que abarque todos los temas y resuelva las dificultades actuales en una realhumanizacióndel espacio público, no escondiendo las contradicciones, sino haciendo de ellas la base de un nuevo modelo. Quizá el mejor camino para humanizar una ciudad no sea -como hasta ahora pensábamos- borrar u ocultar la circulación vial y sus complementos, sino hacerla protagonista de una integración radical. Esto no es posible

-o es demasiado difícil- en la ciudad consolidada, pero sí lo es en este terreno de las Glòries, aún con capacidad de ser modelo de un nuevo urbanismo. Pero que la voluntad de humanización no nos haga caer en las cursilerías de la nostalgia. Arquitecto.

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