El congreso socialista

De Suresnes a Sevilla

El PSOE no ha sabido leer el mensaje de sus votantes y no renovará proyectos, ideas ni dirigentes

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ANTONI
SEGURA

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A principios de la década de los 70, el PSOE, dirigido desde el exilio porRodolfo Llopis, era un referente histórico sin mucha incidencia en el interior. El protagonismo en la lucha antifranquista correspondía al PCE y CCOO. Solamente en Madrid, Andalucía, Euskadi y la universidad se detectaban pequeños núcleos socialistas. En Catalunya el socialismo era representado por el Moviment Socialista de Catalunya (MSC), una organización no vinculada al PSOE. Las diferencias entre la visión que tenían de la realidad española la dirección del exilio y los militantes del interior quedaron plasmadas en el congreso, convocado por renovadores, de Toulouse en agosto de 1972, que sancionó la división entre un PSOE renovado y un PSOE histórico.

A partir de entonces, el PSOE (R) inició una intensa campaña de presencia internacional y de captación de nueva militancia, que culminó en enero de 1974 con su reconocimiento por la Internacional Socialista como único representante del socialismo español y, por tanto, legítimo heredero de las siglas históricas del partido dePablo Iglesias.En octubre de ese mismo año se celebró en Suresnes el 13º Congreso del PSOE, que eligió una nueva dirección formada mayoritariamente por dirigentes del interior. En suma, las tesis de los renovadores se habían impuesto definitivamente a las deLlopis.

Suresnes marcó, pues, un punto de inflexión que permitió una mayor implicación del socialismo español en las luchas obreras y de oposición al franquismo, que no excluía la unidad de acción con el PCE, pero sin llegar a la «unión de la izquierda» que defendíaFrançois Mitterranden Francia, y, en consecuencia, una mayor visualización del PSOE y la UGT, que se tradujo en un incremento progresivo de la militancia. El discurso moderno, pragmático, europeo, socialdemócrata en la práctica (aunque en aquellos momentos se negaba este calificativo), es decir, enraizado en los problemas del día a día de las clases medias y populares, fue fundamental para encarar con perspectivas de éxito el cambio político que se divisaba en el horizonte.

Como reconocía poco después (1976) el mismoFelipe Gonzálezen una entrevista conAnthony Crosland,secretario de Asuntos Exteriores del Gobierno laborista británico, el PSOE acudiría con voz propia a las futuras elecciones, ya que la situación de España no era equiparable ni a la francesa (ya que el recuerdo de la guerra civil desaconsejaba cualquier alianza que pudiera equipararse al Frente Popular), ni a la italiana (donde el socialismo era muy minoritario) ni a la portuguesa (con un partido comunista muy fuerte). Señalaba también que había que solucionar las reivindicaciones históricas de Catalunya y el País Vasco para poder establecer una verdadera democracia.

Tras el último ciclo electoral, donde el PSOE y el PSC han obtenido los peores resultados electorales desde la reinstauración de la democracia en España (Alfredo Pérez Rubalcaba) y Catalunya (Carme Chacón), el socialismo carece de poder y de discurso. Como demostraron los dos últimos años de gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, no hay propuestas efectivas para hacer frente a la crisis más allá del dictado de los mercados y de Alemania y Francia. Hay un creciente divorcio con un electorado que, elección tras elección, abandona la opción socialista. La España plural y el federalismo son palabras vacías en boca de algunos de los principales dirigentes socialistas imbuidos de un espíritu jacobino que no acepta las diferencias ni reconoce la diversidad cultural y lingüística. Faltan ideas, el discurso está desfasado de la realidad y es precisa una profunda renovación de caras y propuestas, tal como sucedió entre 1972 y 1974.

Pero, tal como se ha visto con la elección de los delegados provinciales al congreso del próximo fin de semana, lo que centra la atención no es la discusión de ideas o nuevas propuestas, ni el afán de renovación ideológica y política o la apertura del partido a los simpatizantes y posibles votantes, sino ver cuál de los dos candidatos a la secretaría general suma más representantes. Y es triste ver cómo en esta lucha por hacerse con el mayor número de delegados reaparecen los viejos tics jacobinos cuando no se duda en cuestionar la candidatura deChacónporque es catalana y militante del PSC. Es una pena que el principal partido de la oposición en España no haya sabido leer el mensaje que le dirigen sus votantes y no lleve a cabo una profunda renovación de proyectos, de ideas, de discurso y de dirigentes.

Definitivamente, Sevilla no será un nuevo Suresnes y el PP disfrutará sin contratiempos de la plácida mayoría absoluta queMariano Rajoyobtuvo en las últimas elecciones. Y desde Catalunya es de temer que no solo sigan sin respuesta las reivindicaciones históricas de Catalunya y el País Vasco que apuntabaGonzálezen 1976, sino que, además, seguiremos pagando -en forma de déficit de la balanza fiscal- la factura de la crisis económica. Que nadie se sorprenda si el derecho a decidir se abre paso cada vez con más fuerza. Catedrático de Historia Contemporánea (UB).