Consecuencias del cambio político

El CCCB de Ramoneda

El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona ha conseguido arraigo popular y excelencia

El CCCB de Ramoneda_MEDIA_2

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ORIOL BOHIGAS

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Las entidades políticas que gobiernan y soportan económicamente el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) han decidido no renovar el contrato aJosep Ramonedaque, desde la fundación del centro, ha sido el director. Es, evidentemente, una mala noticia y, sobre todo, un mal síntoma para juzgar el futuro de las políticas culturales, a menos que la sustitución deRamoneda se explicara como un paso indispensable en un plan de reestructuración e intensificación, del que, hasta ahora , no tenemos ninguna noticia, ni se adivinan propósitos concretos. Por el contrario, más bien se suponen dificultades económicas y organizativas.

Por tanto, el cambio de la dirección solo puede tener dos explicaciones: el propósito de reducir la actividad habitual y cortar el talante ideológico de los programas que han funcionado hasta ahora

-un tijeretazo de gran alcance- o el de querer dejar patente el cambio político de los gobiernos de la Generalitat, el ayuntamiento y la diputación, y subrayarlo con la destitución de los que han sido sus responsables, incluso aquellos que habían hecho una labor meritoria y habían contribuido a dar significado cultural a los periodos políticos que se suelen atribuir al maragallismo. He oído algún personaje trepa y oportunista afirmar que hasta que no se elimine el CCCB y aRamonedano se superará la presión reivindicativa de los recuerdos culturales del maragallismo que preocupan a algunos políticos de la nueva etapa. Quizá, pues, la eliminación deRamonedaes más bien un proceso de rotura partidista y, por tanto, un mal augurio para la continuidad o la eficacia del centro.

Sería una lástima que se perdiera la continuidad y el tono del CCCB. El trabajo que se ha hecho se debe valorar no solo por la calidad intrínseca de cada producto, sino, sobre todo, por ser el instrumento aglutinador de muchas actividades culturales dispersas que se producen y que encuentran una visión interdisciplinar que las explica, las justifica y las lanza a una nueva línea de producción. Muy a menudo, por ejemplo, el CCCB ha dedicado esfuerzos al estudio de temas urbanos que son puntos de encuentro de diversas disciplinas: la ciudad como hecho literario, como exigencia política, como paisaje, como marca histórica, como red de infraestructuras, entendida desde un entramado filosófico e interpretada como un acontecimiento cultural. La misma diversidad y complejidad se produce en temas como la música, la ciencia, las artes visuales, el diseño, etcétera. Y desde estas reflexiones interdisciplinarias han enviado ideas nuevas a los ámbitos más especializados. Podemos decir, por ejemplo, que la cultura urbana de Barcelona se debe en parte a estos procesos de participación intelectual, unos procesos que no deberíamos menospreciar en las nuevas circunstancias.

Cuando se fundó el CCCB, algunos pensábamos que era un proyecto difícil y, quizá, un poco inútil. Yo mismo reclamaba la prioridad para los museos, entonces tan mal atendidos, o para las obras culturales que ya tenían una predisposición institucional. Pero ahora se ha visto que no teníamos razón: la fundación de un nuevo instrumento ha sido más eficaz que el saneamiento de un ámbito viejo y descuidado. En poco tiempo se ha arraigado en la vida y las costumbres de la ciudad. El CCCB hoy funciona mejor, con más vuelo institucional, con más popularidad que otras entidades que les cuesta dar el paso definitivo hacia formas más modernas y más globales. El CCCB forma ya parte de la vida barcelonesa y es una de sus ramas culturales más solventes y resistentes. Y, por otra parte, es un punto eficacísimo hacia la internacionalización, no solo por las colaboraciones habituales, sino, sobre todo, por el reconocimiento de la solvencia científica, esta solvencia que, algunas veces falta en instituciones catalanas que, a pesar de su envergadura, no han conseguido un reconocimiento seguro, perdidas, quizá, en localismos que pueden ser útiles para exigir reconocimientos de identidad, pero que son muy poco eficaces a la hora de navegar en la cultura universal.

El arraigo popular y la excelencia reconocida son, pues, dos cualidades del CCCB, conseguidas desde una política cultural de perspectivas muy acertadas y gracias al esfuerzo inteligente deJosep Ramonedaque ha encontrado el espacio preciso para situarlo sin estorbar a ninguna otra entidad. No quiero decir que no haya otros promotores culturales adecuados para sustituir aRamonedasi la decisión es consecuencia de unos nuevos planes para el centro. Pero me parecería muy negativo si fuera solo un acto de manipulación partidista, una simple repulsa por los posibles antecedentes políticos. Arquitecto.