El turno

'No volem l'Estatut'

TONI MOLLÀ

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En octubre de 1977, casi un millón de personas salimos a las calles de Valencia tras el lemaAra, volem l'Estatuta pesar de la advertencia deJoan Fuster de no mezclarse con «la tribu fascista, el búnker-barraqueta y Alianza Popular, que todos son unos y los mismos». Los alegres profesores que medraban en los partidos y los franquistas reciclados tejieron un proyecto que derrotaba y sometía a las izquierdas antifranquistas y los nacionalistas fusterianos (con perdón por el pleonasmo). En poco tiempo, el ejército mixto alcanzó sus objetivos operativos en instituciones, medios de comunicación y consejos de administración.

En el camino hacia ninguna parte, el consenso -Fusterhubiera dicho elquid pro quo-consolidó una versión perversa de la autonomía entendida como factor proteccionista. El instrumento básico fue un sistema financiero intervenido políticamente en 1997 porJosé Luis Olivas, consejero de Hacienda del Gobierno de Zaplana, con una ley de cajas que dio barra libre a la Generalitat. El PSOE lo criticó con la boca pequeña, pero se lanzó a la parte alícuota del negocio. La CAM y Bancaja -y de rebote, el Banco de Valencia- amamantaron los grandes eventos, el ladrillo sin fin, el riesgo crediticio y, claro, la financiación de los dos partidos. El triste final comenzó con la absorción de Bancaja por Caja Madrid a mayor gloria de Rodrigo Rato. Después llegó la intervención de la CAM por el Banco de España y ahora la del Banco de Valencia. El sistema ha muerto. Sin crédito tonificador, la autonomía política solo sirve, como dicta nuestro himno, «para ofrendar nuevas glorias a España».

Desoí al maestroFusteren 1977. Quizá por ello hoy, día de su nacimiento, invoco su nombre para pedir la intervención de mi país por parte de Islandia, donde dicen que todavía es posible soñar con la autonomía, digo, con la justicia.