La gestión de la cultura

La crisis del Conca y alguna cosa más

Las dimisiones en el organismo son propias de un poder que prefiere mandar a actuar con responsabilidad

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JORDI MARTÍ

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El reciente comunicadoEn defensa del Concaacaba con lo que ya se intuía que pasaría: la dimisión de 10 de los 11 miembros del plenario. La corta historia del Consell Nacional de la Cultura i de les Arts ha sido más bien triste: unos inicios con mucha prosopopeya y grandes declaraciones, una primera crisis con la dimisión de su primer presidente,Xavier Bru de Sala, un recorrido con decisiones controvertidas y desconfianzas de los sectores de la cultura y, finalmente, un desenlace esperado después de un conflicto abierto con laconselleriadirigida porFerran Mascarell.Laley ómnibus, apelando a la eficiencia y el ahorro, se carga el Conca y vuelve a poner en manos del departamento las competencias transferidas a este organismo. No hay un ahorro real, pero la coartada es suficiente para convencer al PP y sacar la ley en el Parlament. No es una buena noticia, más bien nos devuelve a una forma antigua de ejercer el poder, la que prefiere mandar a actuar con responsabilidad.

Los consejos de las artes que hay en el mundo se ocupan de dos cosas. Por una parte, actúan como consejos asesores recomendando y evaluando las actuaciones públicas en esta materia, y, por otra, toman decisiones ejecutivas en aquellos ámbitos en los que el criterio cultural debe prevalecer por encima de consideraciones políticas, especialmente en el terreno del apoyo a la creación, y en los procesos de nombramiento de directivos de programas y equipamientos culturales. Disponer de un organismo de estas características, más allá de los aciertos y desaciertos en su gestión, es una prueba de madurez y de un grado de desarrollo institucional notable. A la cultura, al tratarse de una materia muy imprecisa y difícilmente objetivable, le convienen instrumentos que garanticen una mirada experta y despojada de apriorismos políticos. En un campo abonado a las afinidades, y, por tanto, con tendencia al clientelismo, los consejos de expertos son un contrapeso necesario a los excesos del dirigismo político.

Todo el debate del Conca, desde que el conjunto de asociaciones profesionales y empresariales exigieron su creación, ha girado en torno a la misma cuestión: dónde se traza la divisoria entre las decisiones a cargo de los políticos del Govern y las que deben quedar delegadas en expertos y consejos independientes. La línea genera dos terrenos de juego y la tensión para ampliar uno u otro está servida. De hecho, compiten dos tipos de legitimidad muy diferentes: la que deriva de los resultados electorales democráticos y la que hace referencia al saber profesional. En muchos ámbitos de la acción pública esta misma línea es clara; en el terreno de la cultura tiende a la imprecisión. La cuestión, en cualquier caso, no es poner en duda la legitimidad de los políticos, sino cuál es la mejor manera de usarla: querer estar en todo y tomar todas las decisiones por pequeñas que sean, o levantar el vuelo, ceder espacios a los expertos y ocuparse de ampliar el campo de acción de la cultura y su peso en la sociedad. ElconsellerMascarellha optado por la primera opción, y haciéndolo empequeñece su propia acción de gobierno. Ya hace tiempo que se muestra incapaz de lanzar alguna idea que nos haga pensar que laconselleriase ocupa de algo más que de administrar recortes e ir disminuyendo el porcentaje de recursos dedicados a la cultura. O bien está atrapado por los hombres de CDC en laconselleria, que lo atan en corto (de hecho,la ley ómnibusse hizo pública sin su conocimiento), o es prisionero de su propia manera de concebir el ejercicio del poder.

Aquí me parece útil la metáfora del ingeniero y el jardinero. El primero quiere tenerlo todo previsto y le inquieta no tenerlo todo bajo control. El jardinero, en cambio, deja crecer, riega, contempla el paisaje y trata de mejorarlo y, sobre todo, busca articular instituciones fuertes que vayan consolidando el tejido y el ecosistema cultural. Cuando el político-jardinero construye nuevas maneras de entender y proyectar la realidad, la política se convierte en pedagogía, recupera su prestigio dañado y ayuda a cambiar la forma de mirar la realidad.Mascarellquiere ampliar el poder, pero, en cambio, hace tiempo que ha perdido la capacidad de imaginar y proyectar, es decir, el ejercicio de la responsabilidad. Por eso la dimisión del plenario del Conca no expresa solo la crisis de este organismo, sino principalmente la fragilidad de laconselleriay la soledad de su titular.

¿Y en Barcelona? ¿Hará lo mismo el concejalJaume Ciuranacon el Consell de Cultura de la ciudad o tendrá una visión distinta de la delconseller? Algunas decisiones, como los nombramientos de los directores de la Virreina o del Festival Grec sin consulta ni concurso, apuntan en la misma dirección. Sin embargo, el concejal tiene, de nuevo, la posibilidad de distanciarse de los aires dirigistas del otro lado de la plaza de Sant Jaume y seguir contando con la complicidad del consejo barcelonés. Pero si lo hace es imprescindible que sea con todas las consecuencias y permitiendo, pues, que este consejo desempeñe al máximo las funciones que tiene encomendadas. Exdelegado de Cultura del

Ayuntamiento de Barcelona.