La que se avecina

La que se avecina pasado el 20-N, si nadie lo remedia, es una drástica y rigurosa profundización de la medicina económica merkeliana que ya conocemos desde hace meses. Una reducción del déficit como principal y casi exclusivo objetivo político y económico de la próxima legislatura arrastrará con ella buena parte de lo poco que nos queda de Estado del bienestar y la propia concepción de que hay unos derechos sociales básicos, cuya aplicación es casi lo único que nos hace a todos mínimamente iguales. Con el PP, la gran diferencia es que la erosión de los derechos sociales está muy interiorizada por la militancia y, en consecuencia, aceptará sin complejos ni traumas, casi con entusiasmo, los recortes que aplicará de forma inmediata. Su aparato digestivo está maduro para digerir unas medidas que se vienen diseñando desde mucho tiempo atrás; la crisis no ha hecho otra cosa que ponerle las cosas fáciles a una derecha que lleva décadas siendo hegemónica en el terreno de las ideas.

De todas las posibles opciones innovadoras que están ya sobre la mesa, la más polémica y conflictiva es la que prevé un drástico recorte en el sistema de pensiones. Llevan años pregonando que el sistema es insostenible. Sin duda, la crisis ayuda a ablandar algunas mentes y el miedo a que todo pueda ser aún peor nos hace aceptar propuestas que no habríamos admitido hace solo cinco años. Puestos, pues, a tragar también en este terreno, solo queda reclamar a quien corresponda que tenga la valentía de llamar a las cosas por su nombre; hay que aclarar, por ejemplo, por qué se va a retrasar la edad de jubilación de centenares de miles de personas que empezaron a trabajar siendo muy jóvenes y han cotizado durante toda su vida, en lugar de repartir la carga con las miríadas de muchachos y muchachas a quienes no se ha dado siquiera la oportunidad de estrenarse en el mercado laboral.