Con el pelo alborotado

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Rajoy no es precisamente un prodigio de la oratoria.Le cuesta hablar en público. Es hierático, frío e inseguro. Seguramente por esta razón siemprebusca refugio en los papeles cuando habla. Le dan confianza. Ayer en Castelldefels no fue una excepción. Incluso el agradecimiento inicial lo hizo guiándose por los papeles que le acompañaban en el atril.

Aun con el viento a favor y sin ninguna hostilidad le cuesta ¿desmelenarse¿.A veces se pierde en sus propias frases. Olvida que deben ser cortas y claras. Está tenso. Le falta naturalidad. Probablementelos consejos de sus asesores lo encorsetan demasiado y no le permiten ¿alborotarse¿ mínimamente. Y, por lo tanto, no vemos al auténticoRajoy.

Gana mucho cuando se relajay se permite algunas licencias comunicativas. Entonces empatiza con los ciudadanos.Y en vez de un muñeco de cera aparece una persona agradable, cercana, con sentido del humor y reflejos.

Ayer un espectador le gritó ¿¡Dales caña!¿ Él raudo y veloz le respondió:¿No hace falta que les demos caña, que ya se la dan solos¿.Carcajada general. Sonrisa relajada de Rajoy. En seguida volvió a tensionarse. No le hacía falta.

A pesar de la crisis actualun poco de humor y de naturalidad siempre van bien. Para conseguirlo se debe ser uno mismo y no quien te dicen que tienes que ser.