El futuro de la energía nuclear

Cerrar Ascó cuanto antes

Renovar la autorización de explotación no es otra cosa que aumentar el peso de la losa radiactiva

Francina Cortés 14102011

Francina Cortés 14102011 / periodico

JOSEP PUIG

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El dimitido primer ministro japonés Naoto Kan hizo unas declaraciones, que, por lo menos, nos deberían hacer reflexionar: «Si hay un riesgo de accidente que pueda hacer inhabitable la mitad de la superficie de nuestro país, entonces nosotros no podemos permitirnos tomar este riesgo» (The Guardian, 9 de agosto del 2011). ¿Cómo es que un dirigente político de un país tecnológicamente avanzado, que siempre había apoyado a la industria nuclear, dice que se debe prescindir de esta tecnología energética por suponer un riesgo no asumible?

La realidad ha demostrado que el múltiple accidente de la central nuclear de Fukushima enterrará para siempre aquellas alegres promesas de los años 50 del siglo pasado, que hacían los propagandistas de la energía nuclear, diciendo que los reactores generarían electricidad tan barata que no haría falta medirla. No solo los oligopolios eléctricos, propietarios de las nucleares, que aquí nos impuso el franquismo, no nos han retirado los contadores de electricidad, sino que los poderes políticos democráticos les han permitido que se enriquezcan de forma escandalosa a costa de continuar envenenando nuestra tierra, sus sistemas naturales y los seres vivos que la habitamos, dejando un legado de residuos radiactivos que deberán vigilarse durante milenios.

Por si no bastó con los miles de millones de euros que los monopolios eléctricos recibieron en concepto de costes de transición a la competencia cuando el Estado español adoptó, en 1997, la directiva europea de liberalización de los mercados de la energía (que sirvieron para amortizar del todo, y de golpe, los activos de generación decididos cuando el mercado era regulado por el Estado), ahora, desde el poder político democrático, se permite la continuación del funcionamiento de las centrales nucleares que hay en Catalunya, y especialmente la de Ascó, cuyo permiso de funcionamiento caducó el pasado 1 de octubre.

Mientras en Japón han decidido que la tecnología nuclear se ha de abandonar con urgencia, en Catalunya el Govern se escuda en el Gobierno central. Este demuestra al servicio de quién está (de los oligopolios y no de la ciudadanía). Incluso la noticia del alargamiento de la vida de Ascó la ha dado el Foro Nuclear y no el Ministerio de Industria, que es quien da la autorización.

¿Y quÉ significa esto? Simplemente, que se quiere permitir que las empresas propietarias de las nucleares catalanas puedan continuar embolsándose unos beneficios caídos del cielo de más de un millón y medio de euros diarios. O, dicho de otro modo, el vertido de 200.000 becquerel (Bq) de radiactividad (un Bq equivale a una desintegración por segundo) al aire y al agua por cada euro de beneficio, cada día, hasta finales del año 2030, cuando se habrán vertido, por lo menos, 3.500 billones de Bq, habrá producido 1.300 toneladas de residuos radiactivos, que deberán velarse durante miles de años. ¿Y quién pagará todo esto? La ciudadanía actual y futura, con su salud y su bolsillo. Los propietarios de las nucleares, mientras tanto, se habrán llenado los bolsillos con el dinero generado por la venta de una energía eléctrica bruta y unos precios establecidos por un mercado cuyas condiciones favorecen las tecnologías de generación fósiles y nucleares.

Alargar la vida de las nucleares, que fueron diseñadas para funcionar 30 años, quiere decir incrementar enormemente el riesgo de accidentes, como ha ocurrido en Fukushima, que ha significando el desplazamiento para siempre de más de 150.000 personas, abandonando todas sus pertenencias, viviendas, tierras, medios de vida, etcétera, debido a la grave contaminación radiactiva de cientos de kilómetros cuadrados. La realidad nos ha demostrado que la probabilidad de que ocurran accidentes nucleares graves (con pérdida de confinamiento de los materiales radiactivos contenidos en el núcleo) puede ser tan elevada como la de un accidente cada 4-5 años. Catalunya está dispuesta a correr estos riesgos para seguir manteniendo una tecnología obsoleta, heredada de los tiempos en los que no había ni libertad ni democracia.

El presidentE Mas dijo en su discurso del Onze de Setembre que había que «evitar que las deudas excesivas de hoy se convirtieran en una losa para las esperanzas de las generaciones futuras. Un legado de deudas impagables no sería éticamente aceptable ...». Yo mismo y muchos ciudadanos de nuestro país nos preguntamos: las emisiones de radiactividad al aire y al agua, en el funcionamiento normal de las centrales nucleares, y los residuos o combustible irradiado generado por el irracional proceso de hervir agua mediante la fisión del núcleo del átomo de uranio-235, ¿no son una losa para las esperanzas de las generaciones futuras? ¿No son una deuda éticamente inaceptable?

Por eso, siendo coherentes con las palabras del presidente, y ahora que Ascó caducaba, había la oportunidad de cerrarla. Renovar la autorización no es otra cosa que aumentar el peso de la losa radiactiva para las esperanzas de las generaciones actuales y futuras. Vicepresidente de Eurosolar.