Ante el congreso del partido republicano

Esquerra Renovada de Catalunya

Para alcanzar una mayoría independentista, ERC debe volver a ocupar la centralidad política

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ERNEST BENACH

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En este país abusamos de las sentencias. O todo es blanco o todo es negro, y eso hace que olvidemos la inmensa gama de colores que hay entre el blanco y el negro. Digo esto porque ni ERC dejó de ser independentista cuando promovió y participó en el Govern de izquierdas y catalanista, ni ahora ha dejado de ser de izquierdas porque ha renunciado a una coalición con las otras fuerzas de izquierda en el Senado o por intentar rehacer puentes con la principal fuerza política del país. Y rehacer puentes no es pactar, sencillamente, es hablar, abrir puertas que durante demasiado tiempo han estado cerradas, con los correspondientes perjuicios para el país, y, por lo tanto, diseñar nuevos escenarios de futuro.

En momentos de crisis, es esencial ser responsable y pensar en el país. No se puede mirar todo tan a la ligera. Si ERC es de derechas o izquierdas, lo determinan parámetros que son muy objetivables. De entrada, su práctica política en las instituciones donde está representada, desde el Parlamento Europeo hasta los ayuntamientos, pasando por las cámaras parlamentarias de Catalunya y España. Y la práctica política es inequívoca en este sentido. Las leyes que ha promovido y que ha votado a favor Esquerra, o también las que ha votado en contra, denotan claramente en qué espacio del espectro político se sitúa. Y las políticas hechas por el Govern de Catalunya en los últimos años en temas tan trascendentes para el Estado del bienestar como son educación, bienestar social, cultura, políticas de igualdad, medio ambiente, etcétera, han dejado algunos ejemplos claros de cómo se hacen políticas de progreso desde las instituciones, lo que parece que algunos han olvidado y otros pretenden menospreciar.

Pero, si eso fuera poco, aún hay otro elemento que condiciona y fija la práctica política de un partido: su composición y la actitud de sus militantes. Lo que los militantes decidan este próximo fin de semana parece que es un elemento bastante objetivo para comprobar que ERC ha ratificado la fidelidad ideológica a las tres siglas: Esquerra, República y Catalunya, así, las tres, absolutamente inseparables. Y es que a los valores de una izquierda comprometida, no dogmática, solidaria y que se pretende moderna, hay que añadir los valores republicanos, como factor políticamente diferencial en el actual mapa de partidos en Catalunya.

ERC aborda este fin de semana un congreso de relevo, de cambios importantes en su dirección y en la estrategia de cara al futuro. Oriol Junqueras y un equipo muy renovado asumen el reto de sacar a Esquerra de la crisis que la ha acompañado en las últimas contiendas electorales. El militante de ERC, a pies juntillas, reclamaba renovación de ideas, de estrategia y también de personas. Abrir una nueva etapa, iniciar un nuevo ciclo. Todo este proceso culmina el sábado en Girona. Y me parece relevante la personalidad del nuevo presidente, un alcalde del Baix Llobregat, probablemente la comarca más obrera de Catalunya, donde se me hace difícil imaginar un alcalde radicalmente partidario del «frente nacional» y que no ponga énfasis en los rasgos que definen a la izquierda del siglo XXI.

Es más, en este momento de la historia hay un factor que juega a favor de la nueva dirección de ERC y que debe saber aprovechar. Según el barómetro del mes de julio del CEO, en este país, de forma directa o indirecta, hay más independentistas que nunca, hay más gente que nunca que no rechaza la idea del Estado propio, y tan importante es el independentista convencido de toda la vida, como aquel que se lo empieza a plantear, que tiene serias dudas, o como aquel otro que ya las ha resuelto y se ha decantado. Pienso que, entre otras cosas, si hoy hay más independentistas en este país, es por culpa de Esquerra. Hoy podemos hablar de avances sociales en muchos ayuntamientos y en el conjunto del país gracias a los esfuerzos institucionales de ERC. Hoy, y lo digo con toda la certeza, si este país aún goza de una cierta cohesión social y puede practicar la convivencia en una sociedad especialmente difícil, es, también, gracias a que desde la opción política de referencia del independentismo catalán se ha hecho un gran esfuerzo en este sentido. Con aciertos y con errores, seguro. Pero también es cierto que los errores se han pagado, y muy caros, y de estos se debe aprender de cara al futuro para intentar ser mejores y abrir un nuevo ciclo de éxitos para el país.

Aún hay otro factor digno de reflexión en el que los republicanos han tenido un papel determinante. Después de muchos años de predicar en el desierto y de unos cuantos más de dudas y planteamientos contradictorios, ha quedado claro que este país solo será libre si una mayoría lo quiere, y a esta mayoría solo se llega por la vía del convencimiento, la vía más radicalmente democrática y segura que existe, también la más difícil. Y para llegar a esta mayoría, las tres siglas que hoy representan el histórico partido de Macià y Companys deben volver a ocupar la centralidad política. Las tres, porque en el fondo las tres se alimentan mutuamente en el objetivo común de la Catalunya libre.

*Expresidente del Parlament.