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NÚRIA NAVARRO

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Xavier Pascual: «Me sentía como un hámster atrapado en la rueda»

Renunció al poder. Mandaba mucho y viajaba más, pero se perdía el día a día de su familia. No era feliz.

«Me sentía como un hámster atrapado en la rueda»_MEDIA_1

«Me sentía como un hámster atrapado en la rueda»_MEDIA_1

Xavier Pascual entró en Toshiba en 1990, cuando casi nadie tenía un portátil. Llegó a ser vicepresidente para el sur de Europa de la multinacional japonesa. Influía -y mucho- en el crecimiento de la informática de consumo, pero no en el de sus propios hijos.

-Gozaba de poder y prestigio. ¿Cuándo empezaron a pesarle?

-En el 2006 me nombraron vicepresidente para el sur de Europa y me propusieron llevar Italia, cosa que implicaba más viajes. De los 20 días laborables, 12 los pasaba en Italia, cinco en Madrid y el resto en Barcelona. Mis hijos crecían, me necesitaban y solo los veía el fin de semana.

-Poco tiempo.

-Echaba de menos la convivencia. Incluso los momentos de tensión. Conocía bien los aeropuertos y los hoteles, pero muy poco a los niños. Toshiba tenía un palco en el Barça, pero nunca había visto un partido con ellos, siempre fui con clientes.

-Ganaba usted un sueldazo.

-No tenía problemas. Pero llegó un momento en que solo podía gastar el dinero en las tiendas de los aeropuertos. Y al querer compensar a mis hijos a base de regalos, me cargaba el trabajo diario que había ido haciendo mi esposa.

-Un mal sistema, sí.

-Un día, al irse a la cama, uno de mis hijos me preguntó: «¿Vendrás esta vez al festival de Navidad?» Y vi que no podía, y ese pozo se iba llenando. Me sentía como un hámster atrapado en la rueda sin poderme bajar. Era prisionero del tiempo. Siempre me ha gustado asumir riesgos y soporto bien las presiones, pero tenía mal compensada la otra parte. «Debo hacer un cambio», pensé.

-Una vez decidido, ¿por dónde se empieza?

-Primero lo planteé a la empresa, con la que siempre me sentí muy identificado. Les dije que creía que se había acabado un ciclo, y que mi expectativa profesional no cuadraba con la vital.

-Vertiginoso.

-Recuerdo que, tras un año de transición, el último día fui a la oficina y vino el de sistemas a decirme que tenía que desconectarme de la red de Toshiba... Después de 21 años dejaba a mi equipo. Sentí algo parecido a la soledad... Supongo que les debe ocurrir lo mismo a los futbolistas. A partir de ahí era el responsable de mi camino. Volvía a ser Xavier Pascual, no el vicepresidente de Toshiba.

-Un paso hacia uno mismo.

-Necesitababarcelonizarmeypascualizarme. Volver a casa produce una sensación bastante rara...

-¿Rara?

-Estaba acostumbrado a ser el rey de mi pequeño reino, que era Toshiba. Los primeros meses, a uno de mis hijos le pedía rendir cuentas sobre los deberes, y me contestó: «Con mamá ya nos aclarábamos, déjalo». Estoy aprendiendo.

-La gente no suele hacer lo que usted ha hecho.

-La mayoría coge obligaciones económicas que le hipotecan la vida. Se trata de buscar el equilibrio.

-Y no importarte perder estatus...

-Al final analizas qué es lo que te hace feliz: ¿tener un buen coche o ver crecer a tus hijos? Tienes que estar dispuesto a adaptarte.

-De todo esto hace pocos meses, ¿ninguna noche en blanco?

-Me siento seguro de mí. Estoy convencido de que todo irá a mejor.

-Más de uno le habrá mirado raro.

-Alguno, sí. Pero a la que explicas bien la historia, te dicen: «Si pudiera salir de la rueda, también buscaría mi propio destino». Es gente a la que le da pavor la incertidumbre, y más en estos tiempos de crisis.

-A usted no.

-Si acaso siento extrañeza. Paseas el perro a mediodía y ves a la gente a paso rápido, con las Blackberry echando humo. Y de repente te encuentras a un amigo y te pregunta: «¿Qué? ¿Cuándo vuelves?» Disfrutas, pero hay algo dentro que te dice que te falta la otra parte...

-Ya maquina esa otra parte, ¿a que sí?

-Me gustaría hacer algo de carácter social. Un proyecto tecnológico para discapacitados, por ejemplo.

-Toda su decisión tiene una fibra moral. ¿Heredada?

-Durante la guerra, mi abuelo tuvo que partir al exilio y acabó luchando en la segunda guerra mundial. Siempre fue humilde y muy respetuoso, y peleó por unos ideales. Es una figura que siempre he tenido muy presente. Imagino que algo de su empeño está en mi ADN.