Opinión | Editorial

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La capital del móvil

La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posturas personales.

La elección de Barcelona para que acoja el Mobile World Congress (MWC), el congreso de telefonía móvil más importante del mundo, desde el 2013 al 2018, es una noticia de enorme trascendencia económica. No solo porque el certamen reportará en los próximos siete años unos ingresos de 3.500 millones, según una estimación del ayuntamiento, ni tampoco por los 60.000 visitantes que cada año engrosarán el turismo de negocios. Todo esto, con ser importante, y más en periodo de crisis, lo es menos que el horizonte de contactos y posibilidades de negocio que se abren para cuantos operan en el desarrollo de la sociedad del conocimiento, como han podido comprobar en las ediciones del MWC que la ciudad ha acogido hasta la fecha.

Si a todo esto se añade el detalle no menor de que Barcelona ha vencido en una carrera que también disputaban París, Milán y Múnich, y que la candidata alemana estaba dispuesta a poner a disposición del MWC dinero en una cuantía que Barcelona no podía igualar, debe concluirse que el Ayuntamiento de Barcelona

-el anterior y el actual-, la Fira y las empresas españolas de telefonía han sabido jugar sus bazas con discreción y eficacia. Ni siquiera el punto débil de la falta de conexiones intercontinentales del aeropuerto de El Prat ha podido dañar la opción de Barcelona.

Lo que debe hacerse a partir de este momento es poner los medios suficientes para que las ediciones del MWC no se queden en acontecimientos que den alas al turismo de gama alta y al tránsito aparatoso y veloz de algunas estrellas de la telefonía de última generación. Porque ser la capital mundial de la telefonía móvil permite fijarse objetivos más ambiciosos y disponer de un instrumento de crecimiento económico con un alto valor añadido.

Por todo lo dicho, es comprensible que la elección de Barcelona haya sido acogida por las instituciones como un gran éxito colectivo. En verdad lo es, y más para una ciudad acostumbrada a avanzar a base de golpes de efecto y acontecimientos de proyección internacional. Pero en tiempos de malas noticias encadenadas, la magnitud del éxito es todavía mayor porque se trata de una novedad positiva, que plantea desafíos de crecimiento y proyección exterior ahora muy escasos.