La rueda

Una hoguera en la plaza de Catalunya

GABRIEL PERNAU

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He soñado que, para superar la tensión de las últimas semanas, políticos e indignados impulsaban una acción sin precedentes. Durante un mes, los parlamentarios acampaban en la plaza de Catalunya. El ágora ofrecía un aspecto inusual.Miquel Icetase paseaba con unpiercingen la nariz,Alicia Sánchez-Camacho se había rapado al cero para soportar mejor el calor yOriol Pujol, con unas extensionesrastas, ayudaba aDolors Camatsa hacer una pancarta. Las corbatas y los trajes deArmanireposaban bajo las lonas de la comisión de guardarropía.

Celebraban una asamblea. Discutieron sobre cuál debe ser a partir de ahora su bandera, y como no se ponían de acuerdo ni sobre la necesidad de ponerla ni sobre el lugar donde debería situarse, ya de madrugada decidieron crear dos subcomisiones para estudiar el tema.

También creó controversia el uso de los aseos. Los acampados del PP reclamaban separación por sexos, mientras que los de ICV eran partidarios de los urinarios mixtos al aire libre. Y antes de que los señores diputados se retiraran a sus tiendas, desde la comisión de megafonía se pidió aArtur Mas -estos días ha renunciado al trato de Molt Honorable- que retirase el timón de barco que había colocado en mitad de la plaza y aFelip Puigque dejase de pasear con un bate de béisbol.

Como suele suceder, el sueño se ha interrumpido cuando llegaba el momento más interesante. Era cuando políticos e indignados se reunían en la plaza de Catalunya para hacer unbrain storming colectivo. Tenían que consensuar unas medidas socialmente justas para salir de la crisis, pero, por desgracia, no puedo decir cómo acababa. Solo recuerdo que había un deseo compartido para que de la convivencia alrededor del fuego regenerador de Sant Joan saliera un aliento de esperanza.