Pequeños detalles

Noticia, rumor y especulación

JOSEP CUNÍ

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Es posible que la presión de los medios de comunicación empuje hacia lo irracional, como sentencióMarshall McLuhan.Tanto, como probable es que las ansias de conseguir los 15 minutos de gloria que garantizóAndy Warholprovoquen afán de notoriedad. En cualquier caso, nadie pone en duda ni la fuerza de la noticia ni los alaridos de sus consecuencias aunque, llegado el momento, disgusten más que agraden. Cosa distinta es si todo lo que vendemos como noticiable lo es realmente y si todos los portavoces que sueltan ideas poco elaboradas merecerían ser atendidos y amplificados como lo son. Pero vivimos en una sociedad exigente, tan asustadiza e hipocondríaca como indómita e imperturbable. Así, por un problema de pepinos en Alemania se deja de comprarlos en Barcelona, aunque por una advertencia acerca del riesgo de cáncer provocado por los móviles no se decide apagarlos. Al contrario. Una vez escuchada la preocupación, todos los presentes se llevaron su artilugio a la oreja para seguir con sus llamadas como si lo escuchado no fuera con ellos. Ni con los que lo soltaron ni con los que lo recogieron. E inmediatamente se tildó de exagerada. Claro que las hortalizas supuestamente bacterianas procedían de España, y eso sugiere prejuicios en Europa y baja autoestima en el propio país, y lo pagan por igual los agricultores de Almería y los de Viladecans, aunque estos no exporten. Pero la sugerencia de incluir los teléfonos en la lista de posibles agentes malignos la soltaba la OMS y de este organismo se espera un poco de fiabilidad y un nada de alarmismo. Como a una senadora de Hamburgo o a una ministra de Angela Merkelse les exige responsabilidad.

Alguien dijo que la información es como un misil y que por eso su misión fundamental es ser lanzada, pero en los casos que nos han ocupado esta semana, lo disparado han sido un error y una sospecha no probados lo suficiente a través de los correspondientes métodos científicos. Realidades que alejan a los periodistas de su mala fama para convertirlos en las primeras víctimas de la deshonestidad ajena, como diceMargarita Rivière.No pretendo con esto exculpar a nuestra profesión y a nuestro gremio de nada porque tenemos mucho que revisar e incluso bastante que corregir. Solo pretendo mostrar cómo la necesidad de transparencia se confunde con la celeridad en la transmisión de un dato aunque este no sea verídico, así como el cumplimiento de la exigencia de información se pervierte cuando se hace sin tener en cuenta ni el hecho veraz ni sus posibles consecuencias. No es la primera vez ni será la última que asistamos a esa confusión. Ni que pretendan alterar nuestra tranquilidad con historias para no dormir, vegetales para no comer ni comentarios para no escuchar. Pero sería bueno que este mismo alarmismo para con la propia seguridad orgánica se aplicara a los datos reales, verídicos y contrastados que nos llegan de países abandonados y ciudadanos indefensos para los que solo nos piden una firma o un donativo. Así de bajo han caído la solidaridad o la caridad. Así de negligentes se han hecho administraciones y organismos internacionales.