El futuro del Estado del bienestar

La verdad sobre la sanidad pública

Recortar sin modelo, indiscriminadamente, puede malograr resultados y salir más caro en el futuro

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MARINA Geli

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Durante los últimos 30 años, al referirnos al sistema sanitario catalán, por encima de todo lo hacíamos con orgullo colectivo, herederos de una antigua historia liderada por el municipalismo, la sociedad civil, el mutualismo. Somos herederos del primer mapa sanitario delpresidentTarradellas, delconsellerEspasay de la apuesta de salud pública, con la impronta también del PSUC, y del traspaso de competencias de 1981. Somos herederos de las etapas de losconsellersLaporteyTrias,que, después de la ley general de sanidad, optaron por un modelo de sistema nacional de salud financiado con impuestos, descentralizado y universal.

La igualdad de oportunidades en salud en España y Catalunya tiene un nombre propio, el del ministroErnest Lluchy la ley general de sanidad de 1986. Tenemos el orgullo de haber completado su sueño impulsando la definitiva universalización, el año pasado, del sistema sanitario. Somos herederos de losconsellersRiusyPomés, que asumieron infrafinanciación y cambios demográficos. Pero, sobre todo, somos herederos de un profesionalismo sanitario muy formado, comprometido, que trabaja con criterios y redes internacionales.

Hoy, en unos meses de desconfianza y poca ambición, afirmamos rotundamente que tenemos un buen sistema sanitario en Catalunya. Su calidad, equidad y eficiencia están entre las cinco mejores del mundo. Tenemos un sistema nacional de salud con gestión diversa del servicio público, un seguro privado complementario y un buen sector privado. El nivel de formación, docencia e investigación biomédica es alto y competitivo. En los últimos años hemos tenido un fuerte liderazgo en salud pública, que ha culminado con una ley aprobada por unanimidad: la ley de salud pública.

Es falso que el sistema sanitario catalán gaste mucho y no nos lo podamos permitir. El gasto real público en el 2010 fue de 1.371 euros por persona/año, y el privado, en torno a los 400. Es menos del 8% del PIB, y el público está por debajo del 6%. Estamos por debajo de España y la UE de los 15, y muy por debajo de EEUU. En el 2003, el déficit era de 1.850 millones de euros. Antes estábamos peor, e incluso se habían dejado de pagar nóminas algunos meses. Y no es cierto que se haya invertido demasiado en equipamientos. La población ha crecido en 1,5 millones de personas en los últimos 15 años. El plan de inversiones 2004-2015 responde a necesidades territoriales y a equipamientos obsoletos que precisan reformas. Si invertimos un 3% del presupuesto, anualmente podemos hacer lo que hay que hacer para mejorarlos.

Con la crisis, desde el 2003 se inician reformas estructurales para disminuir la demanda y un protocolo de prescripción de calidad, pasando de crecimientos anuales de más del 10% interanuales a decrecimientos del 12% este año. Además, están las medidas coyunturales duras tomadas en el 2010, como bajar los salarios y el precio de productos sanitarios. El modelo retributivo del servicio público sanitario apostó hace unos años por una parte variable por objetivos y productividad y una incentivación económica para médicos y enfermeras, que ha permitido en los últimos años mejoras en la formación continuada y la productividad. Con todo, el salario base es bajo comparado con el resto de España y del mundo.

La gestión y la financiación sanitaria es responsabilidad de las comunidades autónomas. En el 2005, el Govern deMaragallimpulsó el primerInforme Vilardell para la sostenibilidad del sistema sanitario, y el Govern deMontillaimpulsó el segundo en el 2010. Hay que cerrar urgentemente el debate de la equidad, la calidad y la suficiencia financiera en el Consejo Interterritorial de Sanidad. Quedan en Catalunya la mejora de la financiación de desplazados, el patrimonio o las enfermedades profesionales. Más allá de la financiación de Catalunya mejorada con el nuevo Estatut, el debate de la reducción del déficit público solo puede hacerse sin lesionar la calidad de los servicios básicos con acuerdos dentro de Catalunya y con España.

El sistema sanitario no solo no es un agujero de gastos, sino que genera una importante economía productiva y empleo de calidad, con un alto nivel formativo. El modelo sanitario de Catalunya es uno de los elementos clave del equilibrio territorial. Y la investigación y la innovación deben permitir que la salud sea uno de los sectores estratégicos de la economía catalana.

En resumen, se necesitan liderazgo y diálogo político, profesional y social. Hay que poner todos los números reales de ingresos (incluida la recaudación de impuestos) y gastos, y discutir el modelo. Hay que impulsar la central de resultados, recuperar el orgullo y la confianza. Recortar sin modelo, indiscriminadamente, puede malograr resultados y salir más caro en el futuro. Y hay que pactar. Tenemos un país y un sector acostumbrados como nadie a pactar: con colegios profesionales, asociaciones académicas y de usuarios, sindicatos y patronales. Y a su lado estamos los políticos, que por encima de todo no queremos perder calidad ni equidad, y que sabemos que hay que ser más eficientes. Pero necesitamos hablar del modelo, y no de tópicos. Exconsellera de Salut y diputada del PSC.