La rueda

Independencia para no independentistas

RAMON Folch

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No soy independentista. Quiero ser independiente. Quiero ser independiente como tantos otros que no han de ser independentistas para vivir en un Estado que les permite ser independientes sin ser independentistas. Como los austriacos, los eslovacos o los portugueses. Hablan su lengua en el Parlamento de su Estado, pagan impuestos que no tienen carácter de tributo, su Ejército es de verdad el suyo y ven cómo gobiernan su Estado quienes salen escogidos en sus elecciones.

No acaba de ser mi caso. En mi Estado son casi siempre mayoritarias opciones políticas que en mi país son siempre minoritarias. La prensa de mi capital se dedica cada día a llamarme de todo salvo bonito. Pago diez y recibo apenas ocho. Debo dejar mi lengua para ser correcto. No me interesa. Lo intenté, porque el matrimonio (forzado en su momento, todo hay que decirlo) tiene ya larga trayectoria, pero esto no es vida.

Hoy los barceloneses nos preguntamos qué queremos ser. Nos lo preguntamos a nosotros mismos, porque nuestro Estado se niega a preguntárnoslo, incluso trata de impedir que nos lo preguntemos. Es una de las razones para preguntárnoslo: quiero vivir en un Estado que no me impida preguntarme las cosas que me pregunto. Quiero conservar los muchos amigos que tengo entre ellos, quiero mantener mi interés por su cultura, quiero seguir trabajando con ellos, como trabajo con otros, no quiero ser su adversario. Para lograrlo, he de apartarme de su permanente hostilidad. Quiero ser un vecino amigable en el mismo barrio compartido, Europa.

Quiero un futuro nacional libre de nacionalismos. Mi Estado también ha de quererlo. El de ahora es tan nacionalista que no cabemos ni los que estamos. Mi Estado ha de pensar globalmente y en términos del siglo XXI. Hoy se me pregunta, democráticamente, si estoy bien como estoy. O si yo y la gente de mi alrededor, recién llegados incluidos, preferiríamos un Estado propio donde no nos pase lo que ahora nos pasa. Una pregunta franca y clara. La contestaré. Todos deberíamos hacerlo. Entonces sabríamos a ciencia cierta a qué atenernos. Conviene mucho saberlo.