La lección de los casos de Nissan y Fiat

Italia no es quien marca el estilo

Flexibilizar plantillas no puede ser la única vía para atraer inversiones; hay que aportar valor añadido

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JAVIER FONTCUBERTA

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La asignación del nuevo modelo de automóvil de Nissan a la factoría catalana de esta empresa ha sido recibida como una excelente noticia. De hecho, el flamanteconsellerde Empresa i Ocupació se ha congratulado por ella y ha resaltado el buen hacer de las fuerzas sindicales y de los trabajadores de la factoría de la marca nipona. Ciertamente, durante las últimas semanas habíamos amanecido con la incertidumbre sobre el futuro de esta planta y el de sus empleados. Ahora que el nuevo modelo ya ha sido adjudicado, parece que el revuelo causado y el debate suscitado hayan caído en el olvido. Hasta el punto de que lo que subyace en la asignación de la fabricación de un nuevo modelo a una factoría catalana, que no es otra cosa que el futuro de la industria de nuestro país, no se discutirá de nuevo, al menos abiertamente, hasta que las empresas vuelvan a percibir que hay riesgo para su continuidad. Recuerden que esto mismo sucedió tras la asignación del modelo Q3 de Audi a la fábrica de Seat en Martorell, e incluso en otras ocasiones en el pasado.

Permítanme que traiga a colación nuevamente este asunto. Se ha venido afirmando que el futuro de nuestra industria, no solamente la automovilística, depende de la flexibilidad laboral. Sin embargo, la flexibilidad laboral no está reservada a la industria. Tanto el sector público como el privado han catado y siguen degustando los recortes presupuestarios, que inciden de manera directa en los costes laborales y, por extensión, en la citada flexibilidad. Por tanto, no se trata de unprivilegioindustrial, sino que penetra en la esencia de todo negocio hasta el punto de tener que abordarlo con una decidida voluntad resolutiva para encarar adecuadamente su supervivencia.

La buena noticia, no obstante, reside en la responsabilidad y compromiso con el que los sindicatos, y por extensión los trabajadores, han afrontado esta cuestión. Ello no supone ninguna novedad. Ya se puso de manifiesto en Seat y en otras factorías. Ahora que esta tendencia se confirma, no debe haber dudas sobre el liderazgo que en materia sindical debe tener reservado Catalu-

ya en el sector industrial. Esto último nos sitúa en las antípodas de lo que ha sucedido en Italia a propósito de la controversia con Fiat y constata la madurez de la representación sindical de nuestro país; madurez en las formas y en el fondo y de la que, sin duda, debemos felicitarnos.

Sin embargo, si bien es cierto que la flexibilidad laboral constituye uno de los ejes sobre los que vertebrar el futuro de la industria, no es el único. Si nuestra contribución a la industria, es decir, aquello que podemos aportar para que se decida la asignación de un vehículo -o la fabricación de cualquier otro bien, de consumo o no- a nuestras plantas, reside exclusivamente en la flexibilización laboral, mucho me temo que lo que nos deparará el futuro no es muy halagüeño.

Tenemos la obligación de seguir aportando valor añadido y, además, hacerlo más y mejor que quienes nos han precedido. Todo ello exige comprender que esta contribución constituye una realidad poliédrica y que tiene, al menos, dimensión social, empresarial y política.

La social precisa un compromiso individual -de cada uno de nosotros- de forma que nuestra aportación sea igual o mejor, en términos cualitativos, que aquella que pueden aportar otros, tanto en España como en Europa u otros países del mundo. Debemos contribuir mediante individuos formados que sean capaces de asistir y cooperar activamente con la industria, compitiendo, proyectándose al exterior y ocupando puestos directivos en los grandes grupos industriales.

Por lo que respecta a la aportación de las empresas, se concreta en su inversión en I+D+i. Invertir en estas materias supone, entre otras cuestiones, eficiencia y versatilidad. La eficiencia permite ser más competitivo en costes, y la versatilidad ofrece la posibilidad de reorientar los negocios a mercados conexos en los que la tecnología sea intercambiable. Aun siendo una misión difícil en los tiempos que corren, prestar atención a la I+D+i ahora propiciará un mejor posicionamiento competitivo tras la recesión.

La dimensión política pasa, por un lado, por promover aproximaciones tributarias adecuadas. Por otro, por favorecer la inversión en nuevas infraestructuras y mejorar las existentes para asegurar que nuestro país pone a disposición del tejido empresarial los recursos necesarios para el desarrollo de sus cometidos.

Huelga recordar la importancia y contribución del sector industrial vinculado -o no- al automóvil en Catalunya. Por ello, ahora que es posible que durante un tiempo no oigamos hablar de la realidad que nos ha venido acompañando y preocupando estas últimas semanas, pongámonos manos a la obra, aprovechemos la ocasión, hagamos una apuesta seria y decidida para convertir nuestro país en el lugar adecuado para la proliferación y el desarrollo de la industria en el sur de Europa. Marquemos estilo, nuestro estilo. Un estilo propio de futuro y sostenible.

*Profesor de Derecho de Esade (URL).