La organización territorial

De la lógica a la coherencia

Nunca fui independentista, ni creo serlo, pero las circunstancias y la realidad llevan a determinadas conclusiones

MANUEL MILIÁN MESTRE

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SegúnMiguel de Unamuno,para comprender la historia es siempre aconsejable penetrar en la intrahistoria. En mi vida ha sido siempre una máxima: conocer la interioridad de las cosas, de los hechos o de los procedimientos. El periodismo, además de un compromiso ético con la verdad, es un afán de penetrar analíticamente en el vientre de la realidad. Por más cínico que se pueda ser, no comprendo que un periodista de pro pueda sobrevolar las causas de los hechos, tal como anteayer hizo razonadamente -que no razonablemente-Victor Malletal justificar en Catalunya Ràdio su artículo inculpatorio sobre la deuda española y Catalunya. Mi primera reacción fue detestar esa dialéctica que ignora el procedimiento de la lógica en el conocimiento segúnAristóteles: «No hay efecto sin causa, y una causa proporcionada». El efecto es la actual penuria financiera de Catalunya. La causa es el estrangulamiento financiero catalán en función de las transferencias fiscales al erario español. Catalunya aporta a España más del doble de lo que recibe anualmente, al igual que Baleares y la Comunidad Valenciana. ¿Es eso inteligible o apreciable para un periodista británico que no admita ser manipulado por la doctrina oficial de determinados gobernantes o grupos manipuladores del centralismo español?

El propioAristótelesreconocía que «saber es acordarse»; lo que exige su propia coherencia. Si al margen de la lógica resulta difícil el conocimiento científico, el olvido arriesga casi siempre la buena salud de la coherencia, a la postre fuente de la autoridad y el crédito personal. Yo he podido cometer errores en mi pasado, pero nunca incoherencias, a pesar de maledicencias, infundios o calumnias. Traté siempre de ser coherente, incluso cuando creía en la unidad como elemento axial de España. Mi unidad era la del mosaico, no la de la unicidad compacta. España para mi hace 35 años era un mosaico de diferencias y no una univocidad. A partir de mi experiencia norteamericana en los años 80 descubrí la unión formulada desde la voluntad integradora de las partes: el federalismo de EEUU.Ex Pluribus Unum(De muchas partes, uno), según su emblema. A mi regreso se convirtió en axioma para mí el hecho de que solo respetando la identidad de las partes se podía alcanzar la auténtica unidad.

A partir de una tal convicción mi discurso político avanzó en orden a la conclusión final por la vía de la lógica, no de la emocionalidad ni de las conveniencias como hacen los políticos genuflexos.Maquiaveloy la conveniencia son su vía binaria hacia el poder. A un exprofesor de ética en la universidad, como es mi caso,Maquiavelome sabe a pecado, y sus consejos un paroxismo de cinismo llevado a la gobernación de los pueblos. Por eso mismo nunca me adapté a los oportunismos de la vía partidaria, incluso del partido que conFragafundamos en las postrimerías del franquismo. Por elemental escrúpulo intelectual, nunca me arrodillé ni en el PP ni en el grupo parlamentario entre 1989 y el 2000. Un, tal vez, error político; por lo tanto, era lógico que se me excluyera a causa de las incomodidades reiteradas, tal como me confesó en el Congreso una ministra deAznar: «Te has convertido en la mosca cojonera». ¿Con mi carácter de fundador del partido original del que procede el PP, iba a someterme a conveniencias con el mando si discrepaba en mi interior? Lógica fue mi exclusión del PP mediante un intento de castigo en las listas del año 2000, gracias a intrigas de gentes comoArenasyJosep Piqué, advenidos al PP de otras dehesas políticos de máxima ambición de poder.

Regresé a mis orígenes: a reflexionar, escribir y ganarme la vida con mi trabajo. Diez años han bastado para focalizar mi coherencia con la realidad. La lógica de algún modo me ha conducido a reconocer la tremenda injusticia con que se trata a Catalunya, a la que se exprime fiscalmente, con la que se exceden quienes no reconocen su esfuerzo, su solidaridad extrema desde el punto de vista fiscal, su derecho a su cultura y a su lengua, que algunos tratan de instrumentar para cosechar votosespañoles. Es decir, Catalunya como elase dels cops. Este es el punto de llegada de mi reflexión intrahistórica, que de alguna manera se manifestó -o se excedió- este martes en la tertulia de Catalunya Ràdio al sorprenderme la extraña manera británica del corresponsal delFinancial Times. La lógica del análisis me arrastró a la conclusión de la independencia como única salida a tanta demoledora incomprensión. La coherencia personal, por otra parte, me abocó a la sincera transparencia. Yo nunca fui independentista, ni creo serlo ahora; sin embargo, las circunstancias empujan hacia determinadas conclusiones de la mano del análisis de la realidad, que diríaKarl Marx.No me sale lo que quiero, me sale lo que es, lo que se percibe al margen de gustos, convicciones o querencias. Me duele España por su trato a Catalunya, porque no aplica el razonable principio de la justicia distributiva que en mi formación tomista me enseñaron. Probablemente, una vez más, a mi admiradoCicerónle sobran motivos para aseverar que «no hay cosa que los humanos traten de conservar tanto ni que administren tan mal como su propia vida». ¿Acaso desperdicié 30 años de mi vida en la política?

Exdiputado del PP.