Pequeño observatorio

Cielo, infierno y purgatorio

JOSEP MARIA ESPINAS

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Cuando yo era niño, tenía muy claro qué era el cielo: un lugar de privilegiados que podían seguir viviendo eternamente en contacto con amigos y parientes que se habían portado bien en este mundo. El cielo era un paraíso de felicidad presidido por Dios; un premio.

También tenía una idea del infierno: un lugar para desgraciados pecadores que en vida no se habían arrepentido de sus pecados mortales y estaban sometidos a un terrible fuego. La fe es la fe, y no tenía ningún tipo de importancia que el cielo fuera un espléndido jardín o un gran palacio. Ni que el fuego del infierno estuviera siempre encendido y no pudiera imaginarme que esos desdichados estuvieran ardiendo durante el resto de sus días. ¿Cómo se alimentaba el fuego?

El purgatorio -ni cielo ni infierno- era más difícil de entender. ¿Qué tipo de espacio era? ¿La gente que iba a parar allí no sufría ni frío ni calor? ¿Era un tipo de aula inmensa donde se hacía un cursillo para ser algún día admitidos en una plaza celestial?

Si no me equivoco, todavía había una instalación más extraña, el limbo -cuya nombre en catalán,els llimbs, se me antojaba como nombre de urbanización-, adonde iban a parar los bebés fallecidos antes de ser bautizados. Esta organización administrativa de admitidos y no admitidos a la felicidad eterna y el listado de niños inocentes aspirantes a tener plaza empezó a tambalearse cuando el Vaticano anunció que el cielo no era un lugar físico. Era lógico, por tanto, que también se deslocalizara el infierno. Toda la pintura clásica de tema religioso pasaba a tener la consideración de fantasía. Y ahora le ha tocado al purgatorio, el lugar más difícil de pintar.

El Papa ha aclarado que el purgatorio es «un fuego interior», un proceso que lleva hacia la purificación completa. El cómo y el porqué se produce este proceso no está naturalmente al alcance de nuestros conocimientos. Es evidente que si el cielo, el infierno y ahora el purgatorio son «experiencias interiores del hombre», la pintura que hace referencia a ello pasa a ser simbólica, y no creo que esto le haga perder ningún valor artístico ni religioso.

Pero con la negación de la existencia real de estos espacios, ¿cómo tenemos que interpretar elmás allá? ¿Qué sentido tienen las expresiones populares desubir al cieloybajar al infierno? Y si el cielo y el infierno no son un lugar, ¿dónde estáFrancoen estos momentos?