Las políticas transversales

Cultura: ¿una nueva oportunidad?

Con Mascarell en un Govern de CiU quizá se dan las condiciones para alcanzar otro Pacte Cultural

Cultura: ¿una nueva oportunidad?_MEDIA_2

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JORDI Font

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El nombramiento deFerran Mascarell comoconsellerde Cultura del Govern deArtur Masha provocado una cierta tormenta. Particularmente en el PSC, el partido deMascarellhasta ayer mismo y el partido que, desde 1980, ha ido elaborando un modelo de política cultural catalana ambicioso, garante de la imprescindible autonomía de la cultura. Un modelo que ha sido, durante muchos años, la alternativa seria a la ausencia de modelo del Govern de Convergència i Unió.

Primero fueron las convocatorias del foro Curtó y la declaración de los concejales de Cultura de toda CatalunyaPor un marco de cooperación en la política cultural. Y, enseguida, desde la Diputación de Barcelona, la convocatoria de Interacció 84, encuentro fundacional de las políticas culturales locales a nivel catalán y español; la creación del Centre d'Estudis i Recursos Culturals (CERC), que influiría decisivamente sobre las sucesivas promociones de gestores culturales en todo el Estado; la modernización de la vieja red bibliotecaria y el impulso de las exitosas bibliotecas denueva generación; la creación de la Oficina de Difusió Artística (ODA), con la articulación de circuitos estables de artes escénicas y música; la creación de las redes de museos y de archivos...

En 1985 llegaría el deseado Pacte Cultural de la mano deJoan Rigol, con el que el PSC colaboró lealmente y con convicción, hasta que un rayo del cielo convergente fulminó a consejero y pacto. La elaboración de los programas en las sucesivas elecciones al Parlament completarían el cuadro, coordinados primero por mí mismo, después porMascarelly posteriormente por Josep Maria Carbonell,siempre con la contribución imprescindible deEsteve León. En este contexto,Mascarellimpulsaría el famosoLlibre blanc de la Cultura.

Este modelo venía presidido por una voluntad de ordenamiento nacional que no siempre encontraba sintonía por arriba, en los gobiernos de CiU, donde prevalecía la carencia de planteamiento, la incapacidad para llegar a un esquema serio de cooperación con la Administración local, una endémica confusión entre política cultural y política lingüística, el recelo obsesivo deJordi Pujolhacia intelectuales y artistas, y una relación arbitraria con la sociedad civil, basada no en la concertación de proyectos, sino enla repartidoraque premiaba a los genuflexos y castigaba a los descreídos.

Y he ahí la paradoja: el modelo alternativo del PSC, con un amplísimo consenso a sus espaldas, se esfumó inopinadamente cuando más universal era el prestigio logrado y mayores las expectativas suscitadas. Y no me refiero ahora al nombramiento de uno u otroconseller, sino a una cuestión más de fondo, a una extraña desgana dentro del propio PSC respecto del modelo elaborado y respecto de quienes lo habían hecho posible. Y esto tanto desde los que lo fiaban todo al arbitrio delpríncipe(«No habrá Conselleria de Cultura», llegó a decirse) cómo desde la fronda inversa, sin otro norte que la conveniencia del momento. Es la historia absurda de un desmesurado derroche. Y, claro, como dice el refrán, de aquellos polvos, vinieron estos lodos.

El hecho es que ahora, con el nombramiento deMascarell, las gentes del mundo de la cultura han respirado. Tenían el ombligo encogido: pensaban que CiU volvería fatalmente sobre sus pasos. Pero hay que convenir que se ha producido algo nuevo, que no es la aceptación deMascarell,sino la propuesta deMas. ¿Quiere decir esto que CiU es, por fin, capaz de cambiar su talante respecto de la cultura? Si así fuera, más allá del juicio de unos u otros sobre la aceptación deMascarell,habría que constatar que estamos ante una novedad que aconseja respuestas adecuadas. La cultura exige marcos institucionales sin hipotecas partidistas, en los que pueda desarrollarse libremente. Y pide, en consecuencia, la cooperación entre las administraciones en favor de proyectos eficientes, en los que cada una contribuya desde sus competencias. Como también pide una concertación pública transparente con los agentes artísticos, sociales y empresariales que haga posible el dinamismo y la catapulta global que necesitamos. Estos han sido los objetivos del modelo mencionado. Y los gobiernos de Entesa, a pesar del decaimiento fáctico del modelo en el PSC, no han dejado de avanzar en esta dirección.

Si se verifica el cambio de actitud de CiU, habrá que concluir que estamos ante una nueva oportunidad. Y que quizá se dan las condiciones para un nuevo Pacte Cultural, racionalizador de las políticas, articulador del sistema. Algo que, para el PSC, sería absolutamente compatible con el ejercicio de una firme oposición en los terrenos donde tienen que producirse las diferencias básicas entre derecha e izquierda: las políticas educativas, las políticas sanitarias, las regulaciones económicas europeas... Creo que habría que disponerse a probarlo.

Exsecretario de cultura del PSC.