Pequeños detalles

La leyenda del rey Artur

JOSEP CUNÍ

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La hora de la verdad llama a la puerta de Artur Mas. Es un sonido confuso, entre alegre y opaco, sordo y bronco. Es un toque extraño, movido por una alianza lógica aunque forzada. Los socialistas han actuado a la catalana: sí, pero no. Facilitan la investidura aunque, ¡por favor!, que no se note demasiado. Así, su lucha interna calmará los enconos entre quienes aún se creen alternativa por no entender los resultados y quienes consideran que su responsabilidad está en no perder la centralidad y mantener el poder. Municipal, por supuesto. Se comprende. Iniciar un vía crucis en tiempo de Navidad es un contrasentido de la historia sagrada. Pero sin Gólgota no habrá Belén. Sin pasión no tendrán redención. Así pues, el PSC ayuda a la gobernabilidad y se presenta ante sus votantes arrastrando la cadena de su penitencia. Se desengancha del pasado tripartito por el que fueron castigados para acercarse al presente sociovergente avalado por las encuestas. Su Cirineo. Y aunque no les guste la expresión, y mucho menos su significado, el destino les ha condenado a ello. Y es probable que por este camino el futuro les absuelva, porque la manera catalana de actuar permite estar sin que se note, decir sin que se oiga e irse sin que te echen en falta hasta que se percibe la huida. Pero, para entonces, ya estás lejos. Con su gesto, pues, los socialistas ponen el pomo a la puerta para que lo agite el momento más complicado de la historia reciente de Catalunya. El que se colará por la corriente de aire permanente que la crisis económica ya ha introducido en el Palau de la Generalitat. Una tramontana fuerte y seca que obligará a Artur Mas a cumplir más que prometer, consensuar más que imponer, administrar más que gastar, priorizar más que repartir. Y siempre de acuerdo con las nuevas y difíciles circunstancias. Las que él no esperaba pero que aquí están, las que aún menos deseaba pero que se han impuesto, las que ejercerán de auténtica oposición durante un mandato que lo será todo menos plácido. Con elecciones a la vuelta de la esquina, un Gobierno central con el que negociar en sus horas más bajas y difícilmente superables, con una ciudadanía expectante y ansiosa de ver algún indicio de proximidad de sus representantes, un ápice de transparencia en su gestión, de veracidad en sus palabras, de sinceridad en su mensaje. Pero, sobre todo, una más que posible y probable recaída en los lodos financieros. Al nuevo president nada de ello le sorprenderá. Conoce la crudeza del desierto transitado y recuerda las dudas de propios y el escarnio de extraños. Y ahora emerge como figura central en un momento descentrado. Pero ¿quién es él? ¿A qué dedica el tiempo libre?, se preguntó Pilar Rahola cual José Luis Perales del periodismo. Y le arrancó la máscara que ocultaba al hombre, hoy el político más importante del país. Y he aquí que aquel libro, que lo es todo sobre Mas excepto una hagiografía, se convierte ahora en mucho más que una declaración de intenciones o una hoja de ruta. Es el testimonio de lo que decía que quería hacer y por lo que ahora la historia juzgará si no hace. El rey Artur sabe que Catalunya no es Camelot.