Opinión | editorial

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La fiesta del Barça

La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posturas personales.

Barcelona era una fiesta la noche del lunes. Volvieron los cláxons a sonar, la gente se echó a la calle, con banderas catalanas y azulgranas, y Canaletes fue una explosión de júblico similar a las que se producen cuando el Barça gana un título. ¿Por qué tanta expansión de felicidad? El Barça, es verdad, había goleado por 5-0 al Madrid, con una exhibición de fútbol extraterrestre que contempló medio planeta, había maravillado a seguidores y adversarios, había conseguido convertir en humilde al desdeñoso Mourinho, había callado a los jugadores rivales, que se negaron a hacer declaraciones al término del partido, y se había colocado al frente de la Liga.

Pero eso no lo explica todo. Hay algo probablemente más decisivo para entender la reacción barcelonista. El Barça, hablando solo en el campo, había acabado con la impostura.

La impostura que los barcelonistas llevan tres años, o más, aguantando, difundida por unos medios de comunicación madrileños que un año se inventan el canguelo, el otro el cagómetro y al tercero propagan a los cuatro vientos que con la llegada de Mourinho se ha acabado el ciclo del Barça. Esa aparente seguridad, mezclada con el desprecio del contrario, acaba de demostrarse que era solo propaganda. Pero son inasequibles al desaliento, porque, incluso tras el repaso del lunes, intentan desviar el debate hacia penaltis inventados, discutibles fueras de juego o presuntos gestos desconsiderados de Guardiola. El debate de verdad está en el césped y ahí el discurso del Barça es aún imbatible.