La rueda

El peligro de no valorar lo que tenemos

ALEX Masllorens

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La crisis que atravesamos tiene una doble vertiente: económica y financiera. Y es esto lo que la hace especialmente profunda y compleja. En su origen existen unas responsabilidades políticas, empresariales y financieras. Pero sería injusto eximir de toda culpa a una gran parte de la población que ha vivido durante años por encima de sus posibilidades económicas reales, gastando más de lo que ganaba, disfrutando de los préstamos y las hipotecas que los bancos y las cajas ofrecían irresponsablemente, comprando y vendiendo pisos como si la vivienda fuera un producto para especular más que una necesidad básica… y usando la tarjeta de crédito como si la vida fuera un gran casino. Hasta que, al final, la realidad, siempre terca, ha puesto las cosas en su sitio. Y la realidad, hoy, es dura; como pasa a menudo, quien más sufre no es quien más había especulado, ni quien había ganado más dinero fácil.

El momento actual exige dirigentes capaces de combinar atrevimiento, imaginación y sentido de la justicia. Y mucha ideología para superar las trampas y las soluciones fáciles y radicalmente injustas que propone la mano invisible del mercado (que no tiene nada de inocente, por cierto). Hace falta una gran dosis de patriotismo en la política, especialmente por parte de la oposición. En España, el Partido Popular ha demostrado que no tiene; en Catalunya, el nuevo Govern y la oposición tendrían que acordar enseguida medidas de gran trascendencia.

Toda Europa necesita un nuevo consenso como el de 1945 entre la socialdemocracia y la democracia cristiana que hizo posible el periodo más próspero y de más libertad de toda la historia. Este consenso preservaría la preeminencia de la política sobre la economía y conjugaría libertad individual e interés colectivo, apostando por sociedades fuertes y cohesionadas. Tendría que ofrecer, además, un mensaje y una actitud unitarios y contundentes contra la corrupción. La actual desafección política es mucho más que un clamor de protesta ciudadana, es el huevo de una serpiente que en otras épocas ha dado paso a sistemas autoritarios violentos, injustos y criminales.

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